Cuaderno de niebla
Escrito en el jardín
Xuan Bello
Trad. autor y José Luis Piquero
Xordica
152 páginas | 15,95 euros
Contra la velocidad del tiempo y los ruidos que deshojan la vida o la ignoran sin reconocer la belleza de sus pequeñas historias, escribe Xuan Bello. Con la mirada baudeleriana del que encuentra en todo lo observado un goce de los sentidos, una reflexión estética y una aproximación a lo auténtico y la felicidad de lo que de verdad importa, teje unos delicados relatos que seducen por su belleza y por su misterio de lo sencillo al lector que se cobija en este jardín impreso. Un poético universo de relatos arraigados en lo real, en la experiencia, en la idealización y en el arte de proponer con cada una de ellas un cuento con diferentes protagonistas. Una gata que se mueve entre la lluvia como un prestidigitador azul, y explora, al igual que los niños, todos los rincones de la casa; una ragazza brava que opone en Roma la fuerza de su debilidad a un policía antidisturbios, e inspira el nombre Libertad para un cerezo japonés; un libro de jardinería de Karel Čapek; la caracola de Euclides; el perro Lupo “que siempre lleva encima, persiguiéndolo, la nube del verano”; el relato de un poeta secreto, Bonifacio Chamarro, traductor de Horacio; una canción que ya no está de moda, y una casona abandonada en la que el tiempo está perfectamente ordenado, conviven con la importancia de salirse de las palabras cuando son tópicos en los que la historia muere al instante, y con los espacios inéditos de la realidad que desvela la poesía. La de Machado, la de Gil de Biedma, la de Juan Gil-Albert, la de Ángel González.
Narra Xuan Bello como si caminásemos a su lado y su voz nos fuese enseñando la belleza de lo cotidiano, lo humano que hay en las cosas, y cómo debemos mirar lo que nos rodea. Estas son las esencias que comparte este escritor asturiano que escribe como quien cocina a fuego lento y remueve cocción y aroma con una cuchara de palo. Un autor que se traduce a sí mismo y recela de los coleccionistas de identidades y de convencimientos en los que se niega que cualquier milagro suceda. Igual que ocurre en sus paisajes ocultos en la niebla, en los que el otoño se deshace entre los susurros de la luz y su lectura habitual de Juan Ramón, con la que lo inaugura. Lo mismo que en los recuerdos de su infancia, con redacciones y álgebra de Boole, en estampas de viaje, en reflexiones literarias entre la cara de la moneda de la realidad y la fabulación de su envés. Una alquimia de la que resulta un poético dietario narrativo de piezas difíciles de etiquetar de manera concreta porque en todas, en cada una, se encuentra la intensidad del cuento, el temblor del poema, y la imagen a medio desvelar de los viejos daguerrotipos. Géneros comunicantes y vaporosos en los que casi siempre llueve por dentro y una gata cruza sin mojarse las huellas.