Cuba sin Fidel
Réquiem habanero por Fidel
J. J. Armas Marcelo
Alfaguara
339 páginas | 18, 50 euros
Armas Marcelo es el escritor español más atento a Hispanoamérica y el que más veces la ha convertido en materia literaria. Argentina y Venezuela han sido objeto de importantes pero sueltos asedios de sus novelas, y Cuba constituye una línea continuada de sus preocupaciones —o fijaciones— a la que ya ha dedicado un par de obras (Así en La Habana como en el cielo, en 1998, y El Niño de luto y el cocinero del Papa, de 2001) donde manifiesta tanto su admiración por la isla y sus gentes como un beligerante anticastrismo. A partir de los mismos mimbres completa una trilogía temática, no anecdótica, con Réquiem habanero por Fidel. Si hasta el momento, en un obvio gesto de desdén, había sorteado el nombre del dictador cubano refiriéndose a él como el Hombre o el Hombre Fuerte, ahora lo escribe en el mismísimo título del libro. El cambio se debe a la particular orientación de este último libro: antes el castrismo se integraba en el panorama general del país demediado, en la nueva entrega Armas viaja al propio corazón de la revolución.
Si el viaje se hubiera acometido desde un punto de vista externo, el de un narrador en tercera persona que expusiera datos y los enjuiciara, el riesgo de caer en el alegato era muy grande, y aunque ello le importe poco a Armas Marcelo desde un punto de vista político, pues ha dado abundantes muestras de su férrea posición, habría tenido negativas consecuencias literarias. Por eso el escritor canario opta por darle voz a un hombre del régimen, el “negrón” Walter Cepeda, excoronel de la Seguridad del Estado que subsiste como conductor de un taxi para turistas, mediocre recompensa con que el gobierno ha premiado sus servicios. En la época en que estuvo en activo, Cepeda gozó de la confianza de Raúl Castro, participó en la expedición militar a Angola y asumió trabajos sucios como el acoso al poeta Padilla. Su trayectoria de convicto revolucionario la evoca a lo largo de una densa jornada a raíz de la llamada telefónica de su hija, bailarina en un club barcelonés, que le anuncia la muerte de Fidel. Será el enésimo rumor falso, piensa Cepeda, porque el líder es Inmortal. Tampoco la revolución puede morir, cree, pero ante él se abre la incertidumbre del futuro para quienes la sostuvieron. En estado febril recapitula el pasado. El hilo que enhebra la rememoración hilvana su fe en la necesidad y bondad del movimiento guerrillero que derrocó a Batista, pero el discurso mental desvela la realidad de un sistema autoritario y constata la decadencia material y moral de la isla. Aunque el monólogo denuncie al enemigo contrarrevolucionario, deja el testimonio de un absoluto desmoronamiento social y político, del triunfo de la corrupción sobre el idealismo que inspiró a los barbudos de Sierra Maestra.
Réquiem habanero por Fidel es una novela ideológica sustentada en la ironía cuyo mérito reside en encajar una síntesis de la reciente historia cubana en un gran retrato humano, denso, un personaje complejo nutrido de fanatismo, inocencia y culpabilidad. La imagen conmovedora de un patético fracaso vital (político y familiar) se convierte en una metáfora de la tesis del autor: cómo la aventura histórica que quería forjar un hombre nuevo ha sumido a un pueblo entero en la tiranía y la ruina. La estampa de Cepeda se delinea con atenta observación psicologista, pero es la lengua, la flexibilidad sintáctica de su confesión y la plástica recreación de la fraseología cubana, la que le confiere autenticidad y originalidad literarias.