De bruces con la vida
El juego sigue sin mí
Martín Casariego
Premio Café Gijón de Novela
Siruela
216 páginas | 16, 95 euros
La adolescencia, en muchas ocasiones, es un proceso, hay quien dice que una enfermedad, que podría pertenecer más a la literatura que a la propia vida. La sublimación de ese oscuro túnel por el que ha de adentrarse un niño para alcanzar, al otro lado, la edad adulta, ha convertido al adolescente en uno de los personajes literarios más recurrentes y atractivos. Nos acordamos de Holden Caulfield, el gran icono universal de rebeldía y de la novela de iniciación que es El guardián entre el centeno; o de Andrea, la “chica rara” de Carmen Laforet en Nada. Nos acordamos de la pérdida de la inocencia, de la toma de conciencia de uno mismo, del terreno pantanoso de la primera juventud como género y leitmotiv de algunas de las obras maestras de la literatura, y nos topamos con El juego sigue sin mí de Martín Casariego, galardonada con el Premio Café Gijón de Novela.
“Estaba infestado de contradicciones, de pequeños bichos que luchaban entre sí, que tiraban de la cuerda en direcciones opuestas”, reflexiona el protagonista al final de la narración como si fuera una suerte de resumen certero, casi de lead en una noticia de prensa, que sirviera para explicar toda la novela. Martín Casariego, que ya se había acercado al lector joven previamente con Por el camino de Ulectra y había sentido la fascinación del “personaje adolescente” como un piso firme sobre el que levantar su corpus literario, da un paso más en esta narración, a caballo entre la novela juvenil y la de adultos, que sirve de eficaz actualización del género de iniciación.
Porque los tiempos adelantan que es una barbaridad, que diría Don Hilarión, Martín Casariego va trufando toda su narración de adolescentes osados, encrucijadas vitales y primeras experiencias con un lenguaje rabiosamente actual, con términos extraídos de los nuevos modos de comunicación que han instaurado Internet, las redes sociales y las charlas por whatsapp. Sobre este estilo, que parece contener la intención de atraer a nuevos lectores, pivota la historia de Samuel, un chico de 14 años que queda fascinado por la inesperada irrupción en su vida de Rai, un joven cinco años mayor que él al que sus padres contratan como profesor particular. Las lecciones de Rai tendrán mucho más que ver con lo vital que con lo académico, con las sombras, las dudas y lo incierto de la existencia, que con las materias escolares; y supondrán la verdadera entrada del protagonista en ese estadío tan corto como intenso que es la adolescencia. Ha dicho el jurado del Café Gijón, con mucho criterio, que la sencillez de El juego sigue sin mí es sólo aparente. Ciertamente, la obra de Casariego contiene varios niveles narrativos que le permiten ir cambiando de registro y atrapar a cualquier tipo de lector, como si esta novela, al igual que su protagonista, estuviera en constante cambio y evolución.