De entre los muertos
Lucía en la noche
Juan Manuel de Prada
Espasa
416 páginas | 19,90 euros
Lucía, mujer soñada. Lucía: sueños con mujer neblinosa. Aparece en la vida de Álex (Alejandro Ballesteros para los lectores) cuando la vida de Álex es un desastre. Un escritor que traicionó su vocación. Un apestado que se juzga sin piedad: “Despojo dispuesto a apurar hasta las heces el cáliz de la degradación”. Piltrafa vociferante en televisión, borracho sin tregua, enfermo de soledad. Lo ve todo negro. Incluida la nieve de Madrid. Prisionero de sus excesos y carencias, encuentra en un garito de mala suerte a una mujer hecha a la medida para él, como la canción, y a su desmedida necesidad de amar. “Alguien te hizo para mí!”, canta Lucía (“o señorita Álvarez”), y Álex (pre)siente que la letra le apunta a él. De ahí el valor que se le supone cuando se aproxima a su electro sensible territorio, acechado por gafaplastas y nenucos barbudos. Como si de una película de Hitchcock se tratara, la protagonista femenina pide ayuda al hombre que sufría demasiado para evadirse de ese vértigo pestilente. La huida común como engranaje sentimental de primera categoría. En cierto modo, Álex la salva de morir ahogada, como James Stewart a Kim Novak en De entre los muertos. Con una diferencia importante: aquí la pareja tiene la ocasión de disfrutar de una primera etapa dichosa en la que sombras y nieblas se desvanecen. La nieve vuelve a estar limpia. Una pena que la corrección de las pruebas de una novela de regreso lo destruyan todo: una catástrofe, un machetazo inmisericorde del destino. Con el dolor llega, también, la duda. El desconcierto. Las sospechas. El suspense, incluso. ¿Quién era, en realidad, la mujer que decía llamarse Lucía?
Alternando un presente devastador con un pasado expectante y esperanzador, Juan Manuel de Prada juega al dato y al dolor con una cadencia rocosa en la que un exhausto lirismo convive con los estigmas de la fatalidad. La indagación inicial, feliz, se transforma de pronto en una investigación íntima y personal que tiene mucho de exploración desesperada. Sobrenatural, en cierto modo. El camino de la obsesión es de ida y muerte. Y el engaño es umbral del miedo. Fingimientos. Pesadillas. Anzuelos. Por el camino, dardos envenenados escritores (viejas o efímeras glorias, es divertido buscar similitudes con autores reales), evocaciones cinéfilas (Vértigo, por supuesto) y diálogos punzantes sobre Dios(es).
“El miedo no consiste en ignorar; el miedo consiste en saber”. Convertido en una especie de Orfeo que bajó al Hades en busca de Eurídice, el escritor deambula entre pesadillas y mentiras mientras se abren a su paso certezas cada vez más inquietantes. Un héroe que va eliminando máscaras a su alrededor para descubrir que bajo ellas surgen otras nuevas. La gran farsa del horror internacional se convierte poco a poco en el escenario al que llega una historia que empezó siendo una pequeña crónica de un amor nacido en la noche para convertirse en una odisea íntima y personal de un alma en pena capaz de viajar al mismísimo infierno para encontrar a su amada. Con entrañas de novela negra y sentimental, aristas de intriga política y reflexivas incursiones sobre el oficio de escribir y sus fantasmas, Lucía en la noche exhala el aliento denso y penetrante de los destinos aturdidos, componiendo un personaje femenino que es al mismo tiempo fascinante y conmovedor, y dando al protagonista un perfil trágico y, a la vez, épico en su búsqueda tenaz y apasionada de respuestas a preguntas que dan miedo, algunas de ellas directamente vinculadas a los telediarios que cada día nos hablan de muerte, destrucción y pánico.