Divinamente enfurecidas
Furias divinas
Eduardo Mendicutti
Tusquets
184 páginas | 16 euros
Mucho antes de que los homosexuales consiguiéramos cierto respeto en la sociedad democrática española y obtuviéramos más claros espacios de libertad, Eduardo Mendicutti nos había colocado en el escaparate literario desde el escenario de la memoria y de la actualidad. Lo había hecho con valentía y con humor, con emoción y con tensión narrativa y, sobre todo, con un lenguaje peculiar que, al tiempo que describía ambientes y personajes de un mundo en parte secreto, era el lenguaje personalísimo de un escritor homosexual que poseía la bravura de Fernando Vallejo, la poética de Severo Sarduy y la gracia de Manuel Puig. Como estos otros, pero con una personalidad muy diferente y propia, ha venido reflejando con excelencia literaria los ambientes gays y los perfiles de sus personajes, los dramas individuales y colectivos o las historias de amor que han cruzado sus novelas. Así desde Una mala noche la tiene cualquiera hasta la más biográfica, y sin duda su mejor novela: Otra vida para vivirla contigo. En todas ellas el humor nos ha arrastrado con las gratificaciones que dispensa, pero también con la hondura que el humor proporciona. Nos ha hecho reír para gozar y reír para pensar. Porque a veces la risa nos deja un pozo amargo y la aparente trivialidad el retrato de lo que somos. Y en todo eso Eduardo Mendicutti es un maestro. Tiene una varita mágica para mostrar una realidad divertida en la que desarrolla un mundo lleno de incomprensiones, turbulencias, amargura y burlas. Y en la burla, la crítica sabia.
En Furias divinas, además del Mendicutti de siempre, hay más Mendicutti. Pero esta vez ha querido reconocer con justicia a un mundo (travestis, transexuales y drag queens) que según su propia manifestación sigue siendo el más marginado del colectivo gay y el que, padeciendo todavía agresiones y marginación por ser lo que son sus protagonistas, da con frecuencia un extraordinario ejemplo de dignidad y coraje. Mendicutti confiesa que ha querido rendirles un homenaje a su justa furia. Hasta el punto de que la furia mueve la descripción de un asalto reivindicativo que sus protagonistas —comunista uno, maquillador otro, legionario un tercero, sin que falte un maestro repulido o un mozo de comedor estrafalario— se proponen con intensos preparativos y que logran al fin con regocijo. Van gestando, poco a poco, desde un club de ambiente del territorio de La Algaldia, su aguerrido y divertido asalto a una fiesta de alta alcurnia. También dice Mendicutti que su novela es un homenaje al lenguaje de todos ellos. Y lo es, sin duda, por el modo en que el autor lo recoge y lo engrana en el suyo propio, tan personal, enriqueciéndolo esta vez. Y esa es una de las fascinaciones que la lectura de Furias divinas ofrece. Un lenguaje que construye monólogos arrebatados y desmenuza retratos y perfiles, caricaturescos o no, sin que falten las emociones eróticas, los desengaños o los sueños. Un lenguaje, que recrea cotilleos y malevolencias, lleno de ocurrencias con pinceladas de actualidad —la novela acaba días antes de las pasadas elecciones de diciembre y evoca escenarios y voces de ahora— con lo que se repite la fidelidad de este narrador a su tiempo y a la memoria que construye un nuevo tiempo.
El dueño de esta novela es el lenguaje de su autor, que se renueva escuchando a la gente, y mirando a la sociedad que le ha tocado vivir, desde las garitas de la marginación, con el grito público que los marginados imponen. Furias divinas es lo que antes se llamaba una novela de compromiso social. Lo que sucede es que el mejor modo de ejercer el compromiso desde la literatura es haciéndolo desde la buena literatura, y Mendicutti ha logrado poner su mejor voz literaria —una de las más personales del panorama narrativo español— a las voces variadas y ocurrentes de un colectivo divinamente enfurecido que él retrata divinamente.