Duelo de damas
El castillo de diamante
Juan Manuel de Prada
Espasa
455 páginas | 21, 90 euros
Hace ocho años, Juan Manuel de Prada (Baracaldo, Vizcaya, 1970), se sintió atraído por la vida y la obra de Teresa de Jesús y empezó a preparar la exhaustiva documentación de una novela. Por distintas razones de índole personal, aparcó el proyecto y estuvo casi un lustro en el dique seco. Ante la inminencia del quinto centenario del nacimiento de la autora de Las moradas, se zambulló en El castillo de diamante, título que extrajo de ese libro: una novela, con algunas licencias de pura ficción, que se centra en la relación de Teresa de Jesús (1515-1582) y Ana de Mendoza (1540-1592), la princesa de Éboli, casada con Ruy Gómez, hombre de confianza de Felipe II.
El texto se inicia y se cierra en 1575, cuando Ana de Mendoza, de 35 años, ya se ha quedado viuda y es requerida en amores por Antonio Pérez. Ambos participarán en la muerte de Juan Escobedo, secretario personal de Juan de Austria, amado y odiado por su hermano Felipe II. El grueso de El castillo de diamante se desarrolla en 1562 y 1569, y como si fuera una pieza teatral en dos actos, abunda en la compleja relación entre dos mujeres de carácter, que se conocen, evolucionan en sus afectos y se transfieren su fe dispareja; poco a poco, va surgiendo una tensión cada vez más áspera, un odio insondable y muy novelesco.
De Prada domina la época, sus términos, el rico y sugerente vocabulario, conoce la obra de Teresa de Jesús, y de sus imitados (Francisco de Osuna, Fray Luis de Granada, sobre todo), y le añade ironía, sentido del juego y elementos sutiles de ambigüedad. Entre Ana y Teresa pronto se establece una especie de duelo: sin percatarse tal vez del todo, Ruy Gómez asiste a las primeras reticencias de su esposa ante una monja, fundadora de conventos, con capacidad de organización y de mando.
Ruy Gómez es un estupendo personaje; una de las escenas más divertidas y sinuosas del libro desarrolla las artes amatorias de la princesa de Éboli, el poder de su herida bajo el famoso parche atrae tanto como su avanzado estado de gestación, y a la vez su ingenio y su perfidia en la dialéctica teológica. En uno de los diálogos entre Ana y Teresa, la princesa se atreverá a preguntarle a la religiosa por sus pasiones carnales antes de su entrega absoluta al amado. Es tan fina en ocasiones, o quizá malvada y lista sin más, que compara con intención el amor de los místicos con el amor humano. Le dijo a su marido: “¿Sabías, mi rey —dijo en un murmullo—, que, según los alumbrados, los amantes, cuando se hallan en el acto carnal, están más unidos a Dios que si estuvieran en oración?”.
El castillo de diamante es el retrato de dos mujeres irreductibles (Ana traicionará a Teresa), de una época, de una forma de entender el mundo y la ambición. Una novela en la que Prada usa todos sus recursos narrativos con brillantez y complejidad, sin pereza alguna.