El derecho a la diferencia
Cara de pan
Sara Mesa
Anagrama
144 páginas | 16,90 euros
La obra narrativa de Sara Mesa revela un criterio unitario. Anécdotas no muy espectaculares apelan a zonas de sombra en la realidad. La autora suele insinuar un fondo misterioso y también duro y amargo del mundo. Fiel a esta forma de afrontar el relato de la vida, Cara de pan cuenta una historia simple, de aspecto intrascendente, nada aparatosa en su superficie, pero de gran densidad y dramatismo.
Su leve peripecia se concentra en el encuentro fortuito de una adolescente de casi 14 años y de un hombre mucho mayor, de 54. Por razón de edad, reciben los respectivos nombres simbólicos de Casi y Viejo. Sus primeras entrevistas tienen lugar en el escenario que da título a la parte inicial de la novela, “El parque”, y, cuando no pueden continuar aquí, en el local que designa la muy breve segunda parte, “La cafetería”.
Los mínimos hechos referidos en las conversaciones de la pareja tienen aspecto verista, pero tienden a la abstracción o la parábola al emplazarse en un medio urbano innominado; una ocultación quizás debida al temor a caer en la evidencia costumbrista que no me parece un acierto cuando una nota final descubre el escenario real, Sevilla. En conjunto, la narración entera responde al modelo de relato que conocemos como nouvelle por su exigente intensidad. O tal vez podría caracterizarse con etiqueta más actual como una novela minimalista.
Casi es una niña rebelde que no acude al colegio, sufre un complejo físico (la “cara de pan” del título) y no se entiende con los de su edad. Viejo no trabaja, encubre un pasado oscuro y ofrece un aspecto menesteroso. Las charlas entre ambos versan sobre naderías, los dos camuflan zonas vedadas de su intimidad, pero poco a poco la van desnudando. Viejo encanta a Casi con su sabiduría sobre los pájaros y le descubre el lirismo, la magia, la pasión, la profundidad emocional de Nina Simone. El énfasis en la cantante sirve como insinuado leitmotiv del libro: una protesta contra la marginación que une a Casi y Viejo con la artista norteamericana.
Porque de eso va Cara de pan, de seres marginados, autoexcluidos de la sociedad e independientes; de personas insumisas que tratan de conquistar un espacio propio en el mundo, libre de las convenciones sociales. El empeño no será fácil. La relación de la pareja se presta a equívocos, el idealismo del encuentro se enfrenta a sospechas y los propios personajes tienen un sustrato de doblez. Sara Mesa maneja estos matices con extraordinaria delicadeza y habilidad gracias a la afortunada concepción de los personajes y del argumento. Aunque el viejo y la niña bordean el estereotipo, los construye con un margen de enigma que les confiere plena individualidad. En cuanto a la historia, tiene un marcado carácter elusivo y no resulta nada esquemática; se desliza entre la ingenuidad, el humor, la lírica y el patetismo.
La manera sugestiva con que la autora presenta la realidad tiene un buen sustento en una forma sobria, casi simples escenas encadenadas en su orden temporal. El estilo antirretórico basado en una prosa directa, de fluidez conversacional y adornada con certeras frases hechas, refuerza la impresión de naturalidad. Pero todo son trampantojos de una novela hechizante hecha con mucha malicia y que disimula un notable espesor. La apariencia insustancial de Cara de pan esconde un categórico alegato, a trozos luminoso y a trozos enfermizo, a veces feliz y a veces desgarrado, a favor de la libertad individual y del derecho a la diferencia. Y en cierto modo, también una sutil forma de denuncia social.