El efecto mariposa
Todos los crímenes se cometen por amor
Luisgé Martín
Salto de Página
160 páginas | 14, 90 euros
Quien da primero, da dos veces. Luisgé Martín conoce como pocos la estrategia literaria para que el lector no se escabulla a las primeras páginas de cambio. Amartilla la prosa sin perder el tiempo y dispara con precisión desde el primer cuento: una historia de huida consentida, de identidad confusa y decepción confesa, un viaje interior a lomos del descubrimiento impaciente de paisajes donde se puede ejercer de otro sin dejar de ser el mismo. ¿Pirandellismo al acecho? Sí, y también un mecanismo de relojería exacto para que las manecillas del destino marquen la hora del desatino: ¿quién mató a J. F. Kennedy? Lo que empieza como un romance furtivo y peligroso acaba complicándose con una trama con escorzo hitchcockiano y cierto regusto a la sombría luminosidad de Atrapa a un ladrón. A ver si al final fue Cary Grant…
El humor ácido corroe las entrañas de estas fantásticas narraciones donde surgen cartas de desconocidas (de nuevo el cine) entre dobleces de personalidad y falsas monedas que ocultan el sinsentido de la vida, entre suplicios ardientes que dan paso al paraíso helado y pasiones que danzan al son de la locura. Los amores imposibles se casan con los cuentos sin perdices y el peso del tiempo aplasta sueños, ambiciones y codicias. Martín reinventa la Historia para sus historias, escarbando bajo la realidad en busca de argumentos que alimenten sus fábulas sin moraleja (la literatura siempre es más increíble que la realidad). En ocasiones, la imaginación del autor se desboca de tal manera que el desenfreno convierte el relato en una fascinante experiencia de peripecias y giros (“El libertino invisible”) que cruzan líneas de Stevenson, Poe, Verne y Wells (como mínimo) para tejer un texto que daría para una novela bien larga. Martín lo comprime todo con una maestría admirable y obliga al lector a dar marcha atrás para entrar de nuevo en la vorágine.
Si la realidad está “llena de esos hilos cosidos por la casualidad”, la ficción de Luisgé Martín también da puntadas con el hilo del azar, tan dado a las dentelladas de la arbitrariedad, y con ellas remienda y de paso enmienda la historia que nos contaron para abordar asunto tan espinosos como el terrorismo. Estos diez mandamientos literarios (cuya amenidad es fruto de una destilación máxima) se engarzan con naturalidad pasmosa con la vía novelística de su autor. En ocasiones, Martín adopta la posición del erizo (no por casualidad, claro) para que algún relato obligue al lector a andarse con cuidado y no confiarse en exceso: porque nada es lo que parece y las expectativas, como las esperanzas, pueden saltar por los aires para dar paso a un escenario inesperado que rompe todos los esquemas. Por supuesto, el yo sufre las de Caín con los vaivenes de la vida, el destino les juega malas pasadas incluso a los buenos jugadores y el amor se oscurece a medida que crecen las ruinas, siempre con el sexo turbando pieles y deseos. Hay detrás de estos diez relatos un escritor exigente que es buen estratega y gran lector, un explorador de vidas ajenas con las que de vez en cuando da respuestas sobre la suya y, que, como suele ocurrir en su obra, salta del vagón de la ficción al vagón de la realidad para que no olvidemos que los trenes solo pasan una vez y si intentas detener el pasado, éste te arrollará. Al final, y por costumbre en sus libros, la mariposa que mueve las alas en un lado del planeta puede provocar un terremoto en el otro, y de ese movimiento levísimo pero trascendental se nutren las páginas sísmicas de Todos los crímenes se cometen por amor.