El peso del azar
Los caprichos de la suerte
Pío Baroja
Espasa Calpe
215 páginas | 19,90 euros
Recién entrado en la sesentena, en 1935 admitía Pío Baroja, en el prólogo de Vitrina pintoresca, el desfallecimiento en el impulso de su escritura. “Yo no veo para mí la posibilidad de llevar otro camino que el ya andado”. Todavía la prolongó con dimensiones caudalosas casi hasta su muerte en 1956: media docena de novelas, siete tomos de memorias, Desde la última vuelta del camino, y varios títulos misceláneos, más poesía y teatro ocasionales. Sabíamos que existían, además, unos cuantos inéditos que sus herederos, guardianes oportunistas o arbitrarios de su legado, han ido dando a conocer con cuentagotas. Varios de estos trabajos ocultos tienen que ver con la militarada franquista: un nuevo tomo de los recuerdos personales, La guerra civil en la frontera (que se complementa con un apéndice relacionado con la contienda, Rojos y blancos), y un par de novelas, Miserias de la guerra, que mutiló la censura al extremo de hacer inviable su publicación y rescató en 2006 el entusiasta barojiano navarro Miguel Sánchez-Ostiz, y Los caprichos de la suerte, ahora recuperada.
Los caprichos de la suerte no es una creación rara en el contexto de la escritura del Baroja anciano y, como explica José-Carlos Mainer en las magníficas e iluminadoras notas preliminares al libro, se inscribe en la visión escéptica y melancólica del mundo propia de aquella etapa final del autor. Y guarda también nexos, según señala asimismo el profesor aragonés, gran conocedor del escritor vasco, con varios escritos de la época, con personajes y ambientes de otros libros que reviven en esta novela póstuma. De ello resulta el positivo efecto, para quienes somos barojianos incansables, de permitirnos volver a transitar por ese peculiar universo imaginario nutrido con charlas incesantes, con opiniones, chascarrillos y observaciones sueltas y con efímeros tipos curiosos. Tiene, en cambio, la consecuencia negativa de que todo, los materiales y la forma, suena a algo esperable, falto de originalidad. La novela hasta hoy desconocida puede legítimamente considerarse como una narración nueva con independencia y unidad suficientes, pero paga el tributo a la conocida afición del autor al corta y pega y resulta en parte ya sabida.
La novela sigue un hilo externo muy sencillo. El escritor Luis Goyena y Elorrio, preocupado por las consecuencias que pudiera acarrearle su actitud independiente, escapa de Madrid al comienzo de la guerra, llega a Valencia y termina en París. A lo largo de este periplo, el narrador engarza en la trama personas con las que el joven se relaciona, enhebra charlas triviales y aboceta una fracasada trama sentimental. El peso del azar en el destino de los humanos, leitmotiv anunciado en el título, desemboca en una pesimista mirada sobre aquella época: un tiempo cruel —se demuestra aduciendo testimonios de la brutalidad de los españoles enfrentados en la guerra—, mediocre, sin héroes y en el que es imposible la aventura individual.
Ninguna novedad aporta Baroja a su pensamiento en esta perspectiva sobre la vida, solo que aquí, al igual que en sus postreros tiempos, ha perdido la sal de antaño, aquel nihilismo virulento desplazado hogaño por la desilusión resignada. El texto publicado incurre, por otra parte, en fallos y deficiencias varios, defectos ostensibles de un original no definitivo, a todas luces falto de una revisión estilística y formal a fondo. De ahí que estemos ante una obra menor, atractiva solo por firmarla quien la firma, uno de los novelistas capitales de nuestras letras.