El triunfo del fracaso
Malemort, el Impotente
Guillermo Roz
Alianza
254 páginas | 16, 50 euros
Qué buena era Tendríamos que haber venido solos. Tan inquietante como conmovedora en su cruce de caminos: humor y horror. Saltaron las alarmas: Guillermo Roz, de quien ya conocíamos la brillante Les ruego que me odien, progresa adecuadamente. Y ahora abandona los laberintos más íntimos del ser humano para emprender aventuras mayores de aliento (casi) épico: la recreación a finales del siglo XIX de la fundación al sur de la provincia de Buenos Aires de la colonia francesa de Pigüé después de lo que se conoce como “Conquista del Desierto” por el ejército argentino para controlar la Patagonia. Hasta ahí, la Gran Historia. Pero lo que importa son las pequeñas historias que la habitan.
Malemort, el Impotente tiene como maestra de ceremonias a la hija del protagonista, una narradora prodigiosa en muchos sentidos que reconstruye la vida de su padre nunca conocido. Todo arranca con sus vivencias amorosas en Francia con un matrimonio frustrado por culpa de la impotencia del marido, algo que en aquella época era un estigma capaz de arruinar una vida. Un rumor violento y humillante que Roz deja en penumbra para que el lector no se acomode demasiado pronto. Como en toda novela de aventuras que se precie, y ésta lo es en una de sus numerosas capas, un drama, en este caso sentimental, y la hostilidad del entorno obligan al protagonista a poner océanos de por medio y encontrar un nuevo rumbo en territorios lejanos donde nadie conoce su nombre, donde su pasado está escondido.
Malemort es un personaje fascinante, un material de primera clase que Roz trata con un cuidado exquisito y una capacidad asombrosa para hacer llegar al lector todo tipo de detalles que expliquen su evolución y sus decisiones. Surgido de un entorno agobiante y en muchos aspectos podridos (su madre mete miedo), Malemort, un “joven sin juventud”, se encuentra a sí mismo huyendo del qué dirán quienes no le quieren, y en ese sentido la novela es más la crónica de una reinvención que el relato de una revancha. Gracias al rastreo de su hija el lector se va adentrando en los misterios de un hombre que, a pesar de su aparente normalidad, se convierte en un ser extraordinario, un ejemplo de coraje y fuerza al que las jugarretas del destino le puedan derribar pero no vencer. Sus andanzas se ven sometidas a todo tipo de pruebas de resistencia a las que se enfrenta con la convicción “de que hay un héroe en cada hombre que se sube a un barco”. Un héroe muy especial que no aspira a la épica porque la suya es una peripecia de supervivencia, alguien con quien es fácil identificarse por sus miedos, sus dudas, sus errores, sus recelos, sus contradicciones.
Hay en esta novela resonancias de western en la plasmación bien afilada del sueño roto de aquellos colonos que llegan engañados a un territorio de pesadilla, y Roz lo narra con una sobresaliente prosa concisa y destilada que reparte información y alborotado lirismo a partes iguales en páginas recorridas por imágenes de una hermosa plasticidad, y habitadas por personajes de todo tipo y condición dibujados con precisión fotográfica. La historia alcanza en su desenlace una asombrosa altura emocional con la que se cierra el círculo de una vida de gloria y martirio, de sangre y semen, de amor humillado, de amor salvador. Malemort, el Impotente tiene 254 páginas. Ojalá tuviera muchas más para seguir disfrutando de ella.