El útero y el voto
El devorador de calabazas
Penelope Mortimer
Trad. Magdalena Palmer
Impedimenta
240 páginas | 19,95 euros
Puede votar, señora Evans. ¿Por qué no lo aprovecha? Yo puedo votar. Vaya, cualquiera diría que la emancipación de la mujer nunca ha tenido lugar. Querida señora Evans, protestemos. Presentemos propuestas, expongamos nuestro caso, exijamos nuestros derechos. Los hombres −lógicos, valientes, humanitarios, creativos, heroicos−, los hombres se burlan de nosotras. Cómo vuelan los insultos. ¿Oye lo que dicen, mientras recorremos a baquetazos el pasillo entre el útero y la tumba? ¡Deja de intentar ser un hombre! ¡Deja de ser una maldita mujer!… Sea un hombre, señora Evans. Es todo lo que le queda.”
El párrafo del que extracto estas frases contiene quizá el meollo de esta novela, una novela, digámoslo de entrada, extraordinaria, brutal, sarcástica, conmovedora, corrosiva, realista, poética, desgarrada que narra la crisis en la vida de una mujer de clase media-alta, casada, insatisfecha. Nada muy original, pensarán ustedes, recordando las heroínas del siglo XIX. Sí, pero las desventuras de Ana Ozores, Emma Bovary o la Luisa de El primo Basilio podían atribuirse a la falta de libertad y de derechos. En cambio, esta inglesa de los años 50 (la novela es de 1962) puede votar y divorciarse. Lo cual resulta que no impide que los hombres sigan reteniendo, incomprensiblemente, ese poder que las leyes ya no les reservan; ni que las mujeres sigan encargándose de criar a los niños; ni que modelos trasnochados de feminidad las sigan asaltando por todas partes.
Un capítulo hilarante, y angustioso, de esta novela es el que muestra a la protagonista, con catorce años, estupefacta ante la metamorfosis de una amiga de la misma edad decidida a convertirse en mujer según los cánones de las revistas femeninas. En suma, la pregunta que plantea la novela podría formularse así: ¿qué aspectos de la vida de una mujer exceden el ámbito en el que reina la igualdad? Y la respuesta es torrencial: embarazos, partos, bebés, cocinar, sangre, niños que crecen, más bebés, abortos, mudanzas, niñeras, maridos infieles…
Otros escritores y sobre todo, escritoras, nos han presentado a mujeres modernas y desorientadas en la sociedad británica o estadounidense de mediados de siglo: Jean Rhys, Doris Lessing, Richard Yates, Sylvia Plath, Sue Kaufman, Marilyn French, Edna O’Brien… Dentro de esa corriente, Mortimer se distingue por la naturalidad, la fuerza, la expresividad apasionada de su estilo, y por darle, en lo temático, una vuelta de tuerca: su protagonista es una mujer que quiere ser madre una y otra vez. Cómo se compagina eso con la igualdad, es la pregunta que El devorador de calabazas, como toda buena literatura, propone, pero no resuelve. Y es que resolverla ha resultado no ser tan fácil como habíamos creído.