El valor de la memoria
Hallazgo de un cadáver (Imago)
Eva-Marie Liffner
Trad. Carmen Montes Cano
Nórdica
320 páginas | 19,50 euros
Por su primer libro, Camera, la escritora sueca Eva-Marie Liffner recibió premios como novelista de género negro. También obtuvo galardones como novelista sin más. A veces los escritores utilizan claves de un género —o de varios— para construir la historia que buscan y no para que se les meta en una capillita y se les juzgue en función de los pecados cometidos contra los mandamientos de la novela negra, erótica, histórica o sea cual sea el adjetivo de prestigio comercial en un momento dado. Acercarse a esta propuesta con el condicionamiento de las expectativas y restricciones de un código genérico es el camino corto para no disfrutar de unas páginas muy sugerentes.
Hallazgo de un cadáver (Imago) es un artefacto complejo en el que se sintetizan elementos de las narraciones detectivescas, del relato histórico e incluso de las propuestas narrativas de corte metaliterario. El exceso de complejidad se pone al servicio de la intriga y el lector goza desbrozando el lenguaje del misterio que tan bien ha traducido Carmen Montes. En el pantano de la Historia se funden el presente de una empleada de la limpieza llamada Esmé —un tributo que su padre rinde al personaje de Salinger— con el pasado del frente de Dybbol donde casi cinco mil daneses murieron y tres mil quinientos fueron apresados por el ejército prusiano. La bisagra que conecta las investigaciones de Esmé con la masacre de Dybbol se sitúa a la altura de 1938: en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial tres hombres hallan un cadáver en un pantano. La faceta metaliteraria de la novela se manifiesta en la estupenda aparición de Hans Christian Andersen y también en la circunstancia de que Esmé revisa los papeles del judío Meyer: los textos están dentro de los textos en una mise en abyme, en el reflejo sucesivo de una realidad que va perdiéndose a medida que transcurren los años. Alguien habrá de recuperarla rompiendo los cristales, llegando hasta la luz tamizada del acontecimiento histórico.
La escritura de Liffner crea la ilusión de que los estratos de la Historia se permeabilizan de modo que, en un giro paradójico, la Historia importa mucho porque no importa nada, y esa permeabilidad o ese pentimento pictórico anulan toda cronología en la misma medida en que hacen trascendente el pasado. En Hallazgo de un cadáver (Imago) es como si no importase el orden en los acontecimientos, sino el peso específico de las acciones, individuales y colectivas, heroicas y repugnantes, interactuando entre sí en una concepción del tiempo donde todo es residuo y memoria viva. Cadáveres que aparecen en los pantanos, incorruptos cadáveres de mujeres congeladas. El cuerpo es un territorio donde se marcan las señales de la tragedia: en las descripciones lírico-forenses de Eva-Marie Liffner se equilibran deslumbramiento y morbidez. Los bellos cuerpos difuntos son epifanías del horror. Paisajes arañados por el alambre de espino de la guerra. Precisamente, las dotes paisajísticas de la autora la ubican dentro de la mejor tradición romántica y entroncan con su obsesión estética por la imagen, por la congelación mortuoria de la imagen: algunos tramos de este relato los protagoniza un fotógrafo decimonónico que acude al frente de Dybbol para inmortalizar el escenario de un crimen y fundar la memoria que ha de remover las tripas de los vivos. La autora pinta muy bien los caballos locos después de la batalla. Más allá de las lecturas sobre el valor político de la memoria, desde un punto de vista ideológico es interesante la preocupación de muchos autores escandinavos por reflejar las relaciones de sus países con el imperio prusiano y Alemania. El momento más delicado de esta relación tiene lugar durante el periodo nazi y tanto Eva-Marie Liffner como la escritora noruega Ingeborg Wassmo lo plasman brillantemente en sus obras como trauma colectivo que marcará a muchas generaciones.