Espacio heredado
Entresuelo
Daniel Gascón
Mondadori
112 páginas | 15, 90 euros
No es cierto eso de que la Historia la escriban los vencedores. La escribe quien puede, quien sabe escribir. La escriben los memoriosos, los cuidadasos, los curiosos. La escriben, en última instancia, los imaginativos, aquellos que tienen suficiente fantasía para crear allí donde los datos contrastados no alcanzan. Acaso todos deberíamos ser historiadores, y no parece descabellada aquella iniciativa que defendía que todos los jubilados escribieran su propia historia a cambio de una generosa pensión del Estado. Daniel Gascón, muy lejos de esa edad, ha empezado ya la tarea de contar su historia, la de su familia, como hicieron exitosamente muchos autores españoles antes de él, desde Félix Grande a Marcos Giralt Torrente. Su punto de partida es la mudanza del joven escritor al piso de sus abuelos, un entresuelo de Zaragoza. A través de la narración de la peripecia de sus mayores, Gascón se dispone a afrontar el reto de ocupar el espacio heredado. Que la vida continúe fatalmente su flujo no significa que el tiempo pueda ni deba llevárselo todo: solo es digno de ocupar dicho espacio, parece decirnos, quien adquiere conciencia de sus predecesores y decide estar a la altura de ellos.
Mirar hacia atrás ayuda a evaluar la evolución de la sociedad en el medio siglo largo que abarca este relato, ya sean las convicciones religiosas o los nuevos intereses culturales, así como algunas cosas valiosas que quedaron en el camino, como determinadas formas de convivencia familiar y social propias de la era pretecnológica. El escritor zaragozano proyecta esa mirada retrospectiva desde muchos puntos de vista, buscando una prosa orgánica que escape de la linealidad temporal y siga, en cambio, el caprichoso itinerario de la memoria: la anécdota transmitida a través de generaciones, el recuerdo vivido en primera persona, comparten espacio con las fuentes documentales, ya sean diarios íntimos o referencias a libros —de su padre, Antón Castro, o de su hermana, Aloma Rodríguez—, citados recurrentemente como autoridades.
Daniel Gascón asume que tal vez la única técnica posible para reconstruir el pasado familiar sea el mosaico y el palimpsesto, permitiendo que el lector se sume al juego y componga las piezas que se le facilitan, a veces en clave de crónica, otras como microrrelatos, o como enumeraciones perecquianas a lo Je me souviens. No obstante, la tentación natural de creer que Entresuelo es un reflejo de todas las familias españolas de su tiempo parece cuestionable: el autor no construye un modelo universal, solo cuenta la historia íntima de los suyos. Cada cual, nos sugiere, debe perseguir su memoria, cada cual debe ocupar y dignificar el espacio que hereda. Aunque solo sea para evitar que los vencedores, esos sobrevalorados historiadores, lo hagan por nosotros.