Estupor vital
Un amigo en la ciudad
Juan Aparicio Belmonte
Siruela
172 páginas | 16,95 euros
Andrés, protagonista de Un amigo en la ciudad, ha vivido una experiencia muy traumatizante. En su vivencia, todo, incluidas las personas, ha sufrido una extraña y radical trasformación. De ahí viene su estado de desequilibro absoluto, del que deja constancia en un relato atribulado: nos dice que algo grave le pasa, está “marciano” y cansado como un enfermo, su cerebro es una caldera dentro de un cuerpo de trapo, se siente náufrago en el océano tormentoso de la realidad, etcétera. Tal es el estado final de la trayectoria biográfica que el imaginativo pero sencillo argumento recrea: Andrés y su enamorada Gretchen formaron parte de una tribu gótica, luego constituyeron una pareja común y el desastre ocurrió a partir de que Pir (apodo por pirado) sufriera una visión. El “mensajero del futuro” irrumpió en su vida y le hizo creer, entre otras ilusiones, que su bella mujer se convertía en hombre. Esta historia apunta a la recreación de una personalidad desequilibrada que Juan Aparicio Belmonte inscribe en la confluencia de dos grandes tendencias: por una parte, el hombre sin atributos en la órbita del sinsentido existencialista que está rescatando nuestra última narrativa y, por la otra, el retrato de psicopatologías acentuadas.
Haríamos mal, sin embargo, en dejarnos llevar por la apariencia de una historia de corte fantástico que recrea las andanzas por Madrid (un Madrid sostenido en datos de puntillismo verista, en afortunado contraste con la parafernalia sobrenatural que nutre la trama) de un paranoico, víctima de alucinaciones. No es esta indagación intimista la que interesa a Aparicio, aunque la capa de retrato psicologista un tanto dostoievskiano incite al equívoco. Casi al acabar la novela, Andrés se encuentra con un amigo de viejos tiempos, un novelista cuyo nombre y apellidos coinciden con los del autor del libro que leemos. No se trata de un juego autorreferencial, si bien agrega un aura moderna y oportuna al libro, sino de un recurso hábil para desvelar tanto el sentido del argumento como la propia poética del autor. Lo que pasa en la novela, explica el doble de Aparicio, no ha de entenderse en sentido literal, “o no del todo”. Insinúa —agrega— que es una suerte de símbolo “que representa el estupor que sobrevive a muchos hombres de nuestra sociedad al llegar a determinada edad”.
De este modo, la historia de un perturbado alcanza medidas de estudio antropológico y de apunte social. Un amigo en la ciudad muestra facetas de dicho estupor (el desconcierto de la existencia, el temor al futuro, los estigmas del paso del tiempo o el anhelo del paraíso perdido) dentro de una realidad histórica concreta bastante desquiciada. Este dar espesor a una anécdota leve, ácida, irónica y divertida por medio de un alegorismo soterrado es la clave esencial del arte de Aparicio, uno de nuestros más personales y notables narradores jóvenes.