Juegos espirituales
Teoría de la niña fea
Hubert Haddad
Trad. Marta Cabanillas
Demipage
472 páginas | 20 euros
Las hermanas Fox, en realidad dos de ellas, Margaret y Kate, pues Leah, la mayor, la que luego se pondría al frente del suculento negocio de los contactos sobrenaturales, ya se había casado y vivía en otra ciudad, empezaron a platicar con los espíritus el viernes 31 de marzo de 1848. Antes habían coqueteado con ellos algunas noches de insomnio, habían rastreado sus movimientos por la casa pero sin sobrepasar los estrictos códigos de cortesía que deslindan las relaciones entre los vivos y los muertos. Pero la noche del 31 de marzo las dos chicas Fox (de catorce y doce años) rompieron las reglas de etiqueta que regulan el trato entre ambos mundos y en vez de esperar la aparición de los espíritus decidieron, con descaro juvenil, interpelarlos. ¿Cómo se habla con los espíritus, en qué idioma? Las hermanas Fox ni siquiera se plantearon este grave asunto. Dieron por descontado que si los espíritus se comunicaban con ellas mediante crujidos ellas debían interrogarlos con más ruidos. Sin proponérselo inventaron un idioma de una gramática simple pero de una sugestividad extraordinaria.
Al principio un golpe respondía con otro golpe, pero conforme las conversaciones se intensificaban y los mensajes que volaban entre vivos y muertos se espesaban, la gramática se fue enriqueciendo y la sintaxis acrecentando. Tres años más tarde, seis millones de personas en Estados Unidos utilizaban aquel lenguaje para hablar con los difuntos en las sesiones de espiritismo, que ya habían dejado de ser encuentros secretos a través de médiums para convertirse en reuniones de familia o en convocatorias masivas en el patio de butacas de los teatros, y por tanto en un pingüe negocio.
La vida de las hermanas Fox estuvo lastrada por la misma tragedia que la de las actrices de cine que triunfan de niñas y tras tocar la gloria de la fama y el dinero se sumen en un angustioso declive. Llenaron teatros, salieron de gira, se casaron con ricos propietarios y recibieron toda clase de reconocimientos por haber entablado, por primera vez en la historia de la humanidad, conversación con los espíritus, pero luego fueron olvidadas, despreciadas, se convirtieron en caricaturas de sí mismas y, en fin, ingresaron en el reino de los muertos desde donde, si creemos a las asociaciones espiritistas actuales, siguen golpeando las puertas y los tabiques pero ya desde el otro lado de la realidad.
Hubert Haddad (Túnez, 1947), un reconocido novelista, poeta y ensayista del otro lado del Mediterráneo, ha recreado en la estupenda Teoría de la niña fea la aventura mortal de las hermanas Fox, desde sus balbuceos espiritistas a la explosión de charlatanería que movió a millones de personas a hablar con naturalidad con los muertos en Estados Unidos, desde su éxito a su ocaso, a través de un país incendiado por la esclavitud, la división racial, los movimientos abolicionistas y, finalmente, la guerra de Secesión.
Haddad, con un estilo delicadamente irónico y repleto de hallazgos líricos, reconstruye la vida de la paupérrima familia Fox en un contexto social de una complejidad fascinante. Lo de menos es si las hermanas Fox fueron unas tramposas que hacían crujir las articulaciones de las rodillas o de los dedos de los pies para imitar la lengua de los espíritus sino el denso ambiente en que se produjo la conversión al espiritismo de millones de personas que buscaban en la locuacidad de los difuntos una ayuda que los guiara por el incandescente reino de los vivos. Incluso la larga y confusa guerra de Secesión parecía diseñada a medida para esta nueva religión sin dioses. ¿No fue el desastre bélico una contribución de los vivos para incrementar el censo del país de los muertos?