La casa de los espíritus
El monarca de las sombras
Javier Cercas
Random House Mondadori
288 páginas | 20,90 euros
Las fosas claras desde el principio: “Se llamaba Manuel Mena y murió a los diecinueve años en la batalla del Ebro”. Javier Cercas regresa a la catástrofe de la Guerra Civil. Y lo hace posando la mirada en un personaje real del bando vencedor: “Era un franquista entusiasta, o por lo menos un entusiasta falangista”. Y alguien de su misma sangre: “Era tío paterno de mi madre”. Pero, sobre todo, era una ausencia tantas veces invocada como una suerte de héroe familiar que estaba llamada hacerse presente algún día como alimento literario: “Antes de ser escritor yo pensaba que alguna vez tendría que escribir un libro sobre él”. Dicho y hecho: El monarca de las sombras ilumina la vida y muerte de un personaje que representa a la perfección las imperfecciones de lo que llamamos heroísmo, de un ser ya desvanecido que, sin embargo, sobrevive en los pliegues más turbios de la memoria como símbolo de un tiempo que siempre fue peor y que obliga a víctimas y verdugos a convivir en los callejones sin salida de la historia oficial. Recordemos que los protagonistas de Cercas suelen ser héroes a punta de pistola, forzados por las circunstancias a aceptar retos con los que no contaban (Soldados de Salamina, Anatomía de un instante) o bien héroes de mentira (El impostor, Las leyes de la frontera). ¿En qué territorios habita Manuel Mena? Cercas, nuevamente detectivesco y quijotesco, se lanza a una investigación privada de resonancias públicas e impúdicas. Y, como no podía ser de otras formas, utilizando el propio material narrativo como excusas para reflexionar sobre su trabajo como creador y también sobre su propia experiencia familiar, en tanto en cuanto es la familia un nítido y elocuente espejo en el que se reflejan muchas de las heridas quién sabe si incurables de todo un país. Tampoco faltan episodios ciertamente curiosos, como los entresijos sentimentales de la separación del cineasta y escritor David Trueba, “culpable” en cierta medida de que este libro exista.
Siendo Mena un perdedor a varias bandas (muerto en plena juventud luchando por los intereses de las fuerzas antidemocráticas), es evidente que Cercas se aproxima a su fantasmagórica figura con mucho tiento y sin impedir el paso a una cruda sentimentalidad que, sobre todo en el tramo final del libro, empapa las páginas de un lirismo sombrío. Tiene algo de ajuste de cuentas con su propio pasado, abriendo de par en par la casa de los espíritus para airearla y reconciliarse con quienes la habitan. Y, también, de cruzada personal y muy íntima para que su madre, Blanca Mena, supiera antes que nadie, por encima de todos, quién fue aquel tío de quien tanto hablaba a su hijo y que, sin saberlo ni pretenderlo, inoculó en él la necesidad de ser un contador de historias. Si los libros de Cercas son en muchos sentidos una apología del periodismo que intenta arrancar la verdad de las garras de la oscuridad (ahora llamada posverdad), El monarca de las sombras se suma a esa voluntad reportera con muchos frentes a los que atender: las razones por las que aquella especie de desdichado Aquiles se hizo falangista y combatió por unos ideales de los que se aprovecharon algunos, las causas de la tragedia nacional enclaustrada en el microcosmos de un pueblo extremeño, los meandros familiares donde se mezcla la miseria con los afanes de glorificación a los muertos, y, como causa y consecuencia de todo ello, las necesidades de un escritor que emprende una odisea particular por océanos de memorias hundidas y naufragios íntimos para escribir sobre Manuel Mena, es decir, sobre sí mismo porque “sus errores y sus responsabilidades y su muerte y sus derrotas y su espanto y su suciedad y sus lágrimas y su sacrificio y su pasión y su deshonor eran los míos”. Imposible no volver al final la vista atrás para regresar a la única fotografía de Manuel Mena, hecha poco antes de su muerte. Y detenerse en su mirada.