La cuchillada de la soledad
Mi querido asesino en serie
Alicia Giménez Bartlett
Destino
412 páginas | 18,50 euros
Once veces, en veinte años, se ha manchado las manos Alicia Giménez Bartlett. Sangre, pólvora o el rasguño frío que dejan las armas blancas en la mano que comete y encubre. Pero sobre todo huellas de tinta fresca y negra como el género del que se ha convertido en la dama del policiaco con su criatura y alter ego, Petra Delicado. Una inspectora que seduce por la cercanía y verosimilitud de su personalidad, por su manera de hacer en el trabajo de campo policial en el que ha ido resolviendo crímenes en urbanizaciones de clase alta, delitos relacionados con el tráfico y la corrupción de menores, acerca de la inmigración ilegal o los cometidos por bandas del crimen organizado. En todos, en cada uno, Petra Delicado le ha dado vueltas a la silueta de la muerte vaciada en tiza en busca de un detalle inadvertido, de una pista suficiente con la que ir desenvolviéndose la trama. Y vuelve a hacerlo de nuevo alrededor del cadáver de Paulina Armengal, acuchillada en fiebre la madura soledad de su belleza y con una carta de desamor junto al cuerpo como firma de su asesino. Un crimen de psicoanálisis y con eco al que tendrá que despejarle sus abismos y sus incógnitas junto con su fiel escudero el subinspector Fermín Garzón. Su otro usted cómplice de olfato, de confidencias y de cicatrices en el oficio en el que ambos pasan de politiqueos y de jerarquías. Ambos han ido creciendo a lo largo de las entregas, conformándose a modo de singular pareja, especular la una de la otra.
La novedad de esta nueva entrega de Petra Delicado, Mi querido asesino en serie, es la presencia del personaje contrapunto a la pareja protagonista: un inspector de los Mossos d’Esquadra, Roberto Fraile, más joven, meticuloso, con un pasado grave en el desván de su vida personal y adicto a la comida basura en horas de distanciarse del trabajo. Sus diferentes métodos y su aparente incompatibilidad de caracteres nos regalan buenas páginas de humor fino, ese ingrediente intelectual que bien maneja Alicia Giménez Bartlett y demuestra por ejemplo en los chispeantes diálogos, aristados e irónicos que se cruzan entre ellos. Una habilidad expresada igualmente cuando la inspectora transmite sus dotes como interrogadora, haciendo evocar en algunos momentos el acoso inquisitorio que se destacaba de la periodista sabuesa Margarita Landi, hábil y directa al igual que Delicado, en un mundo de hombres con mucho aroma de Varón Dandy. Y otra novedad, que parece casi un guiño crítico hacia el cine actual, es el peso de los personajes femeninos, por encima de los masculinos, como si la escritora se hubiese divertido dándole la vuelta al test de Bechdel.
Es importante destacar también el rigor con el que maneja los hechos que cuenta, la diversidad de posibilidades, sombras y motivos relacionados con cada tema que resuelve, como es el de la orfandad emocional y la soledad en las grandes ciudades, maneando con criterio un suspense que no adelanta soluciones, y la pericia en darle naturalidad y verosimilitud a la rutina de las pesquisas, consiguiendo en ocasiones que el lector se convierta en un testigo casi directo, a un paso por detrás de la investigación.
Tiene también la saga la destacable parte humana en la que la protagonista busca conciliar trabajo con amor, su tercer matrimonio y los hijos que no son suyos, y esa suegra pija que le gusta meter las narices en su trabajo. Y como es habitual en la novela negra esa radiografía de las enfermedades y sombras de este país que continúa teniendo callejones de atrás y casos sin resolver.
Ingredientes bien armados por Alicia Giménez Bartlett con orfebrería del lenguaje entre lo coloquial y lo irónico, la perspicacia psicológica y la mirada descreída de un personaje que está haciendo carrera policial. Casi como la de su autora, Premio Cavour, Premio Raymond Chandler y Pepe Carvalho en 2014, este último, por su habilidad en el género en el que deja siempre huella de buena literatura.