A la manera tolstoiana
Dispara, yo ya estoy muerto
Julia Navarro
Plaza & Janés
912 páginas | 22, 90 euros
De San Petersburgo a Jerusalén y, en medio, un siglo pavoroso, una centuria de la que aún restan rincones oscuros y polvo bajo las alfombras. La nueva novela de Julia Navarro se adentra en un territorio complejo, entrelazando personajes en una historia de historias y recorriendo un periodo que va desde finales del siglo XIX a 1948. Quizás la característica principal de la novela sea su intención tolstoiana, esa atmósfera de gran historia decimonónica a la que aspira este ejercicio narrativo de la autora de La Biblia de barro. Lo consigue en breves destellos, pero es de agradecer este proyecto ambicioso en una autora de best-seller que se diferencia de la habitual subliteratura comercial y vacua que por desgracia llena los escaparates de las agónicas librerías.
Desde sus títulos anteriores, Navarro ya confirmó que es una autora de largo aliento, una creadora de historias en las que el lector puede estar seguro de su rigurosidad, algo nada habitual entre los autores superventas. Navarro se ha sumergido a conciencia en una trama de sagas familiares donde destaca como gran tema el individuo frente al destino. Los personajes que recorren las casi mil páginas son barridos por los vientos sucios de la Historia, que decía Pedro Salinas, incapaces de dominar con su voluntad los caprichosos huracanes de las épocas oscuras.
La novela arranca por el final, pero luego se sumerge en el pasado, ese mismo pasado que sigue proyectándose en el presente. Dispara, yo ya estoy muerto se inicia con los pogromos en Rusia y Polonia y llega hasta el momento en el que los judíos se establecen en la Palestina ocupada por los británicos, incitando el desarrollo del panarabismo y dando lugar a uno de los grandes conflictos no resueltos de nuestro tiempo, heredados de las grandes guerras del siglo XX.
La novela está trufada por las historias mínimas y emocionantes de personajes azotados como marionetas. Presenta Julia Navarro a dos familias: los Zuker, de origen judío, y los Ziad, palestinos, sobre los que se refleja la gran Historia. Tal vez a estos personajes les falte en ocasiones profundidad psicológica, introspección, alma. Sin embargo, a pesar de esa apariencia de personajes planos que se mueven en un fabuloso puzzle histórico, al final terminan hechizando al lector.
No hay duda de que a Julia Navarro le gusta que la literatura baile con la Historia. Prueba de ello es que en un principio pensó ambientar su novela en medio de otros grandes conflictos: la guerra serbo-bosnia o la guerra entre tutsis y hutus en la región de los grandes lagos. Casos semejantes en los que ese siniestro viento de la Historia juega a convertir a los individuos en títeres sin voluntad.