La memoria herida
Bach para pobres
Manuel Calderón
Unomasuno
304 páginas | 17 euros
Lo primero que uno piensa al leer la primera novela de Manuel Calderón es que se ha estado forjando a lo largo de muchos años, hasta el más pequeño detalle está cuidado, descrito con una parsimonia que no se corresponde con las prisas de los tiempos actuales. Es complicada la historia que Calderón nos cuenta, hay muchos mundos, diferentes tiempos, demasiadas tonalidades para despacharlas en unas pocas páginas. Y, probablemente, sea esa ambición, tan legítima, de contarlo todo (tan propia de las primeras novelas) el principal reparo que el lector encuentre en Bach para pobres.
La novela arranca con una imagen poderosa: a un lugar llamado Esperanza, un pueblo de muertos más que de vivos, llega un hombre buscando a otro hombre que se llama Miguel. Se conocieron en el infierno de Leningrado, donde uno salvó la vida del otro. La guerra deja muchos muertos que no saben que lo son, cadáveres ambulantes que viven alocadamente hasta que encuentran su destino en una curva de la carretera, el destino que una bala o la nieve no pudieron concretar. En esas primeras páginas, Calderón ya nos sitúa en un escenario en blanco y negro donde se respira una especie de maldición, donde todo se convierte en una obsesión perniciosa. Un poco más adelante, el narrador, un poeta que sabe que la poesía puede matarle y que no está dispuesto a morir en el intento, nos cuenta la vida de Carlos Foradada, otro poeta que murió joven víctima de muchas cosas, también de la poesía, de una poesía que es como una mano negra. Y en esa España en la que todavía resuenan con fuerza los ecos del pasado, los secretos familiares, las culpas y los deseos, Manuel Calderón se detiene en Barcelona. No hubo ciudad más convulsa en los años setenta y hasta diría que más conveniente para que un joven aprenda sobre la vida: allí convivían anarquistas, antiguos falangistas, confidentes, putas, músicos, poetas, poetas… Gran parte del conocimiento que destila la novela tiene pinta de ser biográfico.
Bach para pobres tiene ese aire nostálgico de la mirada atrás, la tristeza inherente a todo recuerdo de un tiempo por el que, a pesar de no ser feliz —nadie lo es en esta novela—, daríamos la vida por recuperar. Esa vida que es siempre un viaje iniciático a ninguna parte, reflejado con una sorprende veracidad en la literatura a partir de la mentira que es la palabra. Calderón, periodista cultural con muchos años de oficio, realiza un esfuerzo evidente por huir del lenguaje periodístico. El empeño estilístico casi es tangible y, lo más importante, conseguido. Prosa de alta calidad la que aquí se nos regala.
No diremos que Calderón ha creado un mundo en esta su primera novela, pero sí que hay un tono, una mirada, una atmósfera que nos hacen confiar en que Bach para pobres no será su último libro y que, una vez liberado de la desmesurada ambición inicial, escribirá novelas tan buenas o mejores que esta que le sirve de presentación.