La novela en llamas
Rumbo al Mar Blanco
Malcolm Lowry
Trad. Ignacio Villaro
Malpaso
384 páginas | 24 euros
En la mañana del 7 de junio de 1944, Lowry se levantó a preparar el café, olió humo y escuchó un crujido. Corrió afuera y vio llamas saliendo del pequeño espacio bajo el techo de la choza (…). In Ballast to the White Sea estaba a solo dos metros de la puerta de la cabaña pero el pequeño grupo de personas que se había reunido no lo dejaba entrar”. Pocas veces la metahistoria de un libro es más turbadora que la propia ficción que encierra sus páginas. Es el caso de Rumbo al Mar Blanco, la novela póstuma, inacabada e incierta del autor de Bajo el volcán rescatada para sorpresa de los lectores y, suponemos, del propio Lázaro si viviera (que vive, claro).
La cita inicial la hemos entresacado de la estupenda biografía que Douglas Day dedicó en 1973 a Malcolm Lowry. Si comparamos el párrafo de Day con el penúltimo del capítulo 11 de Bajo el volcán hallaremos unas extraordinarias coincidencias. “Pero la casa estaba en llamas, según podía verlo ahora desde el bosque (…). Ardía la vieja silla de Geoffrey, su escritorio, y ahora su libro, su libro ardía, las páginas ardían, ardían, ardían, levantábanse del fuego en torbellino y esparcíanse incandescentes a lo largo de la playa, y ahora aumentaba la oscuridad y subía la marea”.
El paralelismo tiene una fácil explicación: ambos textos, uno desde la realidad y otro desde la ficción, describen el mismo y lamentable suceso, la pérdida de las mil páginas del manuscrito que debía completar la ansiada trilogía —análoga en tensión épica a la Divina Comedia— que ocupaba desde hacía años al gran escritor y bebedor británico. El fuego del infierno —todos los fuegos el fuego— convirtió en ceniza las páginas y dejó para siempre un pesar dantesco en el alma del escritor.
Margerie, la segunda esposa del novelista, con quien convivía desde hacía algún tiempo en aquella cabaña frente al Pacífico Sur, logró la proeza de salvar el manuscrito de Bajo el volcán, que Lowry terminaría en 1945, pero no pudo hacer nada por Rumbo al Mar Blanco.
Sin embargo, como en los relatos decimonónicos con un inexplicable final feliz, el libro no desapareció del todo pues Lowry había entregado en 1936 a la madre de Jan Gabriel, su primera mujer, la chica que conoció en su alcohólico viaje a Granada (los chiquillos que vivían en las cuevas de la Alhambra lo acosaban a pedradas y lo llamaban el “borracho inglés”) una copia de solo 265 páginas en papel carbón que, a la muerte de Margerie, salió a la luz para sorpresa de todos y seguramente para asombro póstumo del propio Lowry.
A partir de esas copia, que es imposible confrontar con la versión más trabajada y amplia que se esfumó en el incendio de 1944, los editores han preparado el libro que ahora publica Malpaso. La novela en sí tiene mucho de Lowry pero no guarda relación con Bajo el volcán, una proeza literaria única que ninguna de las tentativas de Lowry llegó no ya a superar sino a hacerle sombra. La edición fue preparada con esmero por profesores de la Universidad de Ottawa y contiene un prolijo aparato de notas por si el lector se anima a desentrañar los numerosos guiños y alusiones que cobija el texto a cambio, eso sí, de pausar la lectura más de lo conveniente. Conrad Aiken, amigo sdel autor, leyó esta versión en 1937, y la calificó como “extraña, profunda, laberíntica, increíblemente jugosa”. El estilo es muy denso y su referencia principal es autobiográfica: el viaje como fogonero que de joven emprendió a Noruega. Su asunto es el mar como símbolo ambiguo de salvación, a la manera de Melville, el alcohol, el misterio del doble y la fatalidad del destino (salvo que exista una copia en papel carbón que nos salve, también a nosotros, del olvido inevitable).