La revolución sandinista de Zanón
Taxi
Carlos Zanón
Salamadra
368 páginas | 20 euros
Sandino, “El taxista triste, el taxista mujeriego, el taxista bueno”. Zanón es poeta y aquí la poesía es un licor que embriaga en cada página, en cada línea: frases del tamaño de versos, frases que son versos. Una música que está presente incluso físicamente: en los títulos de los capítulos (sobre todo “The Clash”), en la radio del taxi de Sandino, en esa cabeza suya aturdida porque no puede dormir, porque no es capaz de aceptar que su mujer lo deje ni hacer nada para que se quede. Ese taxista que en las paradas prefiere quedarse metido en su coche a leer a Bohumil Hrabal, que ayuda a las ancianas desorientadas a volver a casa, que salta de cama en cama pero no se queda en ninguna. “La música la llevas dentro, Watusi”… y sí, hay en esta novela ecos de esa Noche del Watusi del añorado Francisco Casabella, esa Barcelona de camellos, barrios feos y discotecas que pasan droga, alejada de los folletos turísticos, mucho más áspera pero también más sincera.
La novela a medida que avanza, sin prisa pero sin pausa, va adentrándose en el género negro. Alguien se ha olvidado una bolsa en el taxi de una compañera un poco rara: no le gusta el sexo. En la bolsa hay pastillas y no son de la tos. También dinero. La cosa no va con Sandino, pero es un sandinista, un luchador de causas perdidas y mujeres ganadas. Mientras gira por la ciudad como en un carrusel en busca de esos desahogos entre piernas que unas veces le importan poco y otras, menos, desayuna de mala gana en un bar regentado por un exmosso. En un tiempo se desayunaba también a la mujer del expolicía, hasta que ella desapareció y los dejó plantados a los dos. Sandino la añora, se retuerce en su pérdida. Es de los que ama lo que pierde y se deja perder lo que tiene. Pero Sandino también tiene en las venas el código del barrio, un orgullo que es capaz de arrinconar la mansedumbre y el conformismo y sacar el animal justo que lleva dentro cuando los abusones tratan de hacerse los amos del patio a la hora del recreo.
En Yo fui Johnny Thunders la música estaba sonando ya afinada aunque en el mundo de su protagonista todo se viniera abajo. Carlos Zanón hace ya tiempo que va marcando su huella en los caminos de la literatura. Con Taxi la marca es ya diáfana, profunda y, lo más importante: absolutamente reconocible. Esta es su voz, esa balada que va del susurro melancólico al grito. Una letra de canción de 360 páginas. Hay quien adora el sushi y quien lo odia. Hay el que se pirra por los toros y quien los abomina. Yo no sé si esta es una buena o una mala novela. Puede que a ratos piense que sí y a ratos piense que no. Pero es una obra de Carlos Zanón. Personal, soñadora, rabiosa, escrita con el corazón, con las tripas, con los testículos. Zanón no ha escrito este libro, lo habita. Y eso es mucho. Prácticamente, lo es todo.