La selva sin paraíso
El abismo verde
Manuel Moyano
Menoscuarto
168 páginas | 16,50 euros
Con el paso del tiempo, Manuel Moyano (Córdoba, 1963) ha ido desarrollando una extensa e interesante obra en la que la querencia por el misterio, la aventura, lo fantástico-fantasmal o la antropología han sido siempre motores definitivos de narraciones hiladas con una elegante y cuidada prosa. Un trasfondo de Horacio Quiroga, Roberto Arlt, Conrad, Wells, Lovecraft, Kipling, Verne, London, Stevenson… marca el pulso de sus novelas, en las que siempre se aprecia ese gusto por narrar, contar y sacar partido de la peripecia y la palabra. Curioso que el autor ponga en boca de sus personajes una defensa de Verne, pero también de Pío Baroja: “único escritor de entre mis compatriotas por cuyas obras sentía cierto aprecio”. En una novela anterior, la excelente El imperio de Yegorov, Moyano nos ponía sobre la pista de una expedición japonesa a Papúa Nueva Guinea que descubría una droga capaz de mantener eternamente joven al ser humano y sacaba todas las implicaciones terribles de esa hipótesis, profundizando en los abismos de la codicia y la ambición humanas. Esta vez, el protagonista de El abismo verde es un joven sacerdote que —siguiendo una fórmula literaria clásica— rememora la historia que en estas páginas va a contarse: su misión religiosa es más bien destierro —por parte de un superior— al remoto y difícil territorio de Agaré, antes explotación minera en condiciones de esclavitud. Moyano logra una envolvente y asfixiante atmósfera para este personaje que tiene que lidiar con la absoluta falta de hospitalidad de los habitantes del poblado, unos indígenas alcoholizados por el alcohol de caña, poco interesados en comunicarse o ser evangelizados por el nuevo “padrecito”. Se las verá también con la autoridad local, el capo Montesinos, y con una interesante y enigmática figura: el alemán Gerhard Lavinger (Don Gerardo), delegado de la compañía papelera, casado con una indígena. A la mente del lector acude también el gran Miguel Ángel Asturias y su trilogía bananera como influencia. La progresiva pérdida de la fe del joven sacerdote será también otro de los obstáculos de su camino. Cuando es preciso, Moyano sabe romper la solemnidad o los riesgos de un estilo antiguo o trillado, conjurándolos con el humor y un aire desenfadado de comic moderno. Un recurso fértil que ha empleado en muchos de sus libros. Hay que destacar sus excelentes descripciones del paisaje o los estados de ánimo, así como el uso del buen suspense en torno a unas criaturas pálidas de aspecto semihumano (¿una nueva especie?) que habitan en medio de la selva, en las ruinas de una ciudad abandonada. Una selva que, lejos de ser paraíso, depara multitud de peligros: alimañas, rituales extremos… Esta es una narración entonada y misteriosa, dotada del buen aire de una gran y trágica crónica.