Las bibliotecas que perdimos
La casa de los veinte mil libros
Sasha Abramsky
Trad. Ángeles de los Santos
Periférica
368 páginas | 22 euros
Hay personas con cuya muerte desaparecen mil bibliotecas. Algo que duele especialmente en este tiempo de tecnologías que devoran sin compasión el mundo libresco de ayer. La casa de los veinte mil libros es la historia de una biblioteca, pero también la historia de un hombre y de una época.
Leemos pero en realidad paseamos por una biblioteca que es la biografía de un hombre. Una biografía épica a fuerza de haber surgido en el epicentro de un volcán llamado siglo XX. Chimen Abramsky, el dueño de esta fabulosa biblioteca, nació en 1916, cuando el mundo se devoraba en la batalla de Verdún. Era el hijo de un rabino capaz de recordar todos los detalles del Talmud. Chimen heredó esa virtud pero para convertirse en un hombre radicalmente distinto: ateo y comunista.
Sasha Abramsky, nieto de aquel Chimen que tanto nos recuerda a Mendel el de los libros, de Stefan Zweig, sigue la estela de los nietos que reconstruyen hermosas historias familiares, como hizo Edmund de Waal en su hermoso ensayo La liebre con ojos de ámbar (Acantilado), donde recrea la Europa del siglo XIX y XX mientras busca el rastro de unas delicadas figuritas tradicionales de Japón, los netsuke, que pertenecieron a sus antepasados.
Sasha Abramsky hace lo mismo con su abuelo Chimen a través de los libros que reunió durante toda su vida. Por esta casa de miles de libros se descubre a un hombre que es un palimpsesto de la memoria europea. Un hombre que nació en la Rusia prerrevolucionaria; que conoció de niño la guerra civil; que sufrió el exilio cuando Stalin envió a su padre a Siberia; vivió la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto…
Chimen Abramsky se estableció en el East End de Londres donde regentó una librería judía junto a su esposa Miriam, mujer comprometida con la revolución pendiente. En su casa de la calle Hillway, Chimen y Miriam crearon una famosa tertulia en la que tenían acalorados debates políticos con personajes como Eric Hobsbawm o Isaiah Berlin. Porque Chimen fue un apasionado comunista hasta que reconoció los crímenes de Stalin. Será entonces cuando se convierta en un pensador liberal, humanista, profesor universitario y experto en manuscritos de la casa de subastas Sotheby’s. Varias vidas en una sola.
El nieto recuerda algunos de esos encuentros mezclados con los evocadores aromas de la sopa matza y el pato asado que cocinaba su abuela. Y los libros, siempre los libros y sus infinitos olores. Al final de esta obra, que cuenta con la traducción de Ángeles de los Santos, se tiene la sensación de reconocer ese maravilloso laberinto para bibliófilos, con enormes anaqueles que escondían las paredes y torres de volúmenes de la historia judía y obrera, las dos claves biográficas de Chimen Abramsky.
Una casa-biblioteca en la que a veces, como narra con pasión Sasha Abramsky, resucitaban las historias revolucionarias de la Comuna de París, los comités revolucionarios, las revueltas campesinas, la exquisita serenidad de los radicales ingleses victorianos o, incluso, aquellas largas tardes en las que Marx se documentaba en las salas del Museo Británico y luego bebía pintas de cerveza en el cercano Museum Tavern.
La vida de aquella casa y de Chimen es ahora un recuerdo oportunamente recordado por su nieto que hace que esa biblioteca sea una parte de la nuestra y que ese personaje arrasado por los vientos sucios del siglo XX sea también nuestro abuelo. Alguien que nos recuerda con emoción la historia de un continente y de un tiempo definitivamente perdido.