Las metáforas del dolor
Ocho centímetros
Nuria Barrios
Páginas de Espuma
184 páginas | 15 euros
Aunque es legítimo coger de la mesa de trabajo un puñado de relatos, ordenarlos y darlos a la imprenta sin más, a mí me gustan esos libros de cuentos que están sutilmente enredados por hilos de seda que les dan continuidad. Es el caso de esta estupenda colección de historias de Nuria Barrios, que tienen mucho que ver con el dolor, con la enfermedad y con las vidas de unos y de otros, las de los enfermos, las de los que se van —casi siempre—, y las de los que se quedan atrás, y cómo las zarandea el dolor, la enfermedad, y sobre cómo la vida sigue su curso, en ese alboroto del carrusel que gira y gira. Hay dramas que suceden en hospitales, hay otros que se desenvuelven sin posibilidad de arreglo alguno o en un poblado gitano donde van a por la última droga —o se quedan allí, esa especie de hospital al aire libre: la Cañada Real, ese Hospital de Incurables en Madrid— o en ese monumento de la modernidad que es la T4, Barajas. Y está el dolor de la muerte de un bebé, y esa simpleza del limbo.
Hay dolores, dramas, vidas, que estallan como una mina antipersonas en mitad de la pareja, alcanzándolos a los dos, al enfermo y a la mujer —la suya, hasta que dice basta— que le cuida. El dolor que va corroyendo toda relación y ese relato, “Un puente de cristal”, es atroz, pero real: posible. Porque en este la metástasis es el desamor, la quiebra de lo que hubo. En cambio, en los relatos de drogas —en el poblado gitano, en la terminal de Barajas—, aunque sea durísimo lo que se cuenta, el hilo de seda que nos atrapa como la tela de una araña buena es el amor. ¿No es hermosísima esa desesperada búsqueda de la sobrina, en uno y otro relato, que ha optado por desaparecer en la espiral de la droga, y no es hermosísima esa historia de amor entre los jóvenes drogadictos que se dejan vencer aunque cogidos siempre de la mano? Es espléndido ese relato, “Hansel y Gretel en la T4”, donde la pareja y su sobrina echan un último e inútil pulso, en un esfuerzo por ver si las vidas de unos y otros pueden enlazarse, y al final, derrotados, exhaustos, unos y otros se van a seguir con sus destinos, porque la vida sigue, tiene que seguir, en su girar en ese carrusel de fuerte colorido.
En este conseguido puñado de relatos de Nuria también hay hueco para ocuparse de otros dolores, de otras vidas: la imposibilidad de pasar de la amistad al amor —ese quiosquero y esa camarera—; o esa noche de agonía de la abuela rural en la que, a lo mejor, puede surgir algo positivo en la vida urbana de la nieta; o desde luego en ese conmovedor cuento de hadas de las dos niñas que huyen de casa cogiendo un tren que no las llevará a Alemania, pero sí quedan atrapadas en los raíles de la vida: esas niñas se hacen, en su ingenua travesura, adultas. Que es otro dolor, diferente, pero dolor al fin y al cabo. Dolor. Vida. Amor.