Los volcanes dormidos
Los milagros prohibidos
Alexis Ravelo
Siruela
332 páginas | 18,95 euros
Gil de Biedma escribió que de todas las historias de la Historia la más triste es la de España, porque termina mal. Que nadie espere por tanto un final feliz en la nueva novela de Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971). Y no se trata de destripar el argumento, pues más allá de la microhistoria que narra, pase lo que pase el final de la historia lo sabemos. Después de triunfar en el noir (Premio Hammet por La estrategia del pequinés) y hacer una incursión en el género fantástico con La otra vida de Ned Blackbird, el autor canario se adentra en el volcánico territorio de la Guerra Civil. Tan volcánico como La Palma, cuya geografía sirve de eficaz metáfora a esa triste historia de un país tantas veces desangrado por la barbarie. Y se adentra con acierto rescatando un episodio poco conocido, la llamada Semana Roja de La Palma en la que, tras el golpe, la isla mantuvo la legalidad republicana. Después llegó un cañonero con órdenes de bombardear la isla y los milicianos se echaron al monte. Paradójicamente, estos fugitivos fueron llamados “los alzados” por las fuerzas del Alzamiento.
En este contexto se sitúa Agustín Santos, un granadino que llegó a La Palma para ejercer de maestro y debe huir perseguido como un animal por montes y barrancos. Agustín es un republicano idealista que cree en la enseñanza como herramienta para acabar con las desigualdades sociales, un representante de esa tercera España que no pudo ser. Tras él va Floro el Hurón, un cazador de conejos devenido en cazador de hombres, falangista de camisa azul y corazón negro que persigue al maestro con una inquina personal por despecho. Floro está encaprichado de la mujer de Agustín, Emilia, a la que conoce desde que eran pequeños y que lo ha rechazado siempre como pretendiente. La guerra proporciona el marco de impunidad para consumar su venganza, argumento que también utilizó Max Aub para ese estremecedor fresco del conflicto que es su serie de los Campos. Emilia es la fiel compañera capaz de aguantar la tortura para no delatar a su marido, una mujer que es todas las mujeres de la guerra, porque “los hombres hacen la historia y las mujeres la sufren”.
Otros sugestivos personajes son Rosita, la madre del Hurón, mujer recia frente a la cual el valentón pierde toda su arrogancia, y Juan el Malhablao, hombre de izquierdas, visceral, con ideas radicalmente distintas a las de Agustín con el que debe compartir la huida. Ambos se llevan mal, pero los peligros compartidos por el desolado terreno palmero los llevarán a sentir algo parecido a una amistad.
Los milagros prohibidos es la historia de una obsesión, una exploración de la violencia que habla de buenos y malos, de resistencia y de cómo las circunstancias pueden cambiar a las personas. Una buena novela que nos sumerge en un tiempo en el que a los hombres se los tragaba “alguna fosa anónima, el lecho de un barranco, el vientre del mar o el de un volcán, el fuego o simplemente el olvido”.
De estructura fragmentaria, la novela intercala supuestas declaraciones de personajes anónimos a los que alguien graba, dando así un tono memorialístico de gran verosimilitud, como si la historia inventada hubiese ocurrido realmente.
Poniendo en práctica el cernudiano “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”, con esta novela Alexis Ravelo demuestra que aún hay mucho que contar y que aquella incivil guerra todavía no está finiquitada como asunto literario. Después de leer Los milagros prohibidos nos queda la desasosegante certeza de que todos vivimos en la cima polvorienta de un volcán dormido.