El misterio de la mente
Las defensas
Gabi Martínez
Seix Barral
496 páginas | 21 euros
Tiene la deferencia Gabi Martínez de colocar al frente de Las defensas una cumplida información acerca de su génesis. Explica cómo un desconocido, que resultaría ser el neurólogo Camilo Escobedo, le ofreció contarle su apasionante experiencia —se había vuelto “loco de verdad” durante una época de su vida— para que un profesional, el propio escritor barcelonés, le diera forma con el atractivo de un relato. Dicha peripecia fue un trastorno mental súbito, debido a causas desconocidas excepcionales
—un caso entre tres millones—, que obligó a su internamiento en un psiquiátrico. En fin, el autor puntualiza con empeño que su historia se basa en hechos reales.
Semejante arranque comporta el grave peligro de desvelar de antemano la trama anecdótica, por lo común un aliciente importante del género novelesco. Ya sabemos en sustancia todo lo que va a pasar, de modo que su secreto residirá en el modo como se vaya a referir. Gabi Martínez arranca el sugestivo suceso con un pasaje de enorme fuerza: más que contar, pinta la estampa desoladora del centro psiquiátrico donde está ingresado el protagonista. Sabemos ya, por tanto, que la parte del león de la historia reside en la mostración de los efectos de la enfermedad mental. A esta veta plástica y conmovedora se agrega la especulativa acerca de las inquietantes conjeturas científicas que llevan a afrontar esos desajustes bien desde los razonamientos esotéricos de la psicología y la psiquiatría, bien desde sus fundamentos neurológicos o somáticos. Todo ello lo desarrolla el autor con tal garra y habilidad narrativas que resulta, al menos para un profano, impactante y perturbador. Al fin y al cabo, la novela nos abisma nada menos que en el incomprensible misterio de la mente a la vez que hace una acuciante interpelación acerca de la sustancial fragilidad de la vida.
Esta preocupación medular de Las defensas apunta a un relato intimista de personaje, pero siéndolo, la anécdota principal se despliega como un abanico cuyas varillas enlazan otros asuntos tan atractivos en sí mismos que superan la condición de materiales complementarios. Mucho espacio ocupa la recreación de un cuadro familiar que bascula sobre la personalidad de un sujeto complejo, de aristas afiladas y conflictivas relaciones con padres, mujer, hijas y amantes, también objeto de atentas observaciones psicológicas. El trabajo de Escobedo en un hospital abre otro asunto sugestivo, de fuerte predicamento literario y cinematográfico, el mundillo de médicos, enfermeras y pacientes. Más allá de los usuales estereotipos de las exitosas series televisivas, el verismo detallista con que lo recrea consigue una estampa rica por los múltiples y veraces afanes, privados y científicos, de los personajes. Que, además, trasciende ese ámbito específico hasta un sentido más general, el de las relaciones de poder, envidias, egoísmos y pura maldad en un centro laboral. También tiene categoría de sustancia narrativa una pormenorizada crónica contemporánea desde los tiempos del Watergate y hasta las penurias económicas de la crisis actual.
El repertorio de asuntos múltiples recogido en Las defensas muestra un frente peligroso por su dispersión anecdótica, lo cual perjudica a la intensidad del conflicto del protagonista. La andadura convencional de la novela, de corte muy decimonónico, incurre en diálogos superfluos y en prolijidades descriptivas que producen una extensión excesiva. Estas reservas parciales las atenúa la seducción de conjunto de una historia que permite vivir en cabeza ajena una experiencia única brutal.