Modificaciones de la felicidad
Hombres felices
Felipe R. Navarro
Páginas de Espuma
120 páginas | 14 euros
Cuando uno ve en un título el adjetivo “felices”, o el sustantivo, felicidad, recurre sin dudarlo a la primera edición de Ana Karenina (mi versión a mano es de López-Morillas) el célebre inicio de Tólstoi: “Todas las familias felices se asemejan: cada familia infeliz es infeliz a su modo”. Pero Felipe R. Navarro prefiere esta otra de Tawfiq Al-Hakim): “El que lleva una vida feliz no la escribe y se limita a vivirla”. Eso es lo que ha debido hacer, en todo este tiempo, Navarro, pues este centenar de páginas es su segundo libro; antes, en el 2000 había publicado un primer libro de cuentos, Las esperas. Y mientras tanto qué: uno qué sabe, acaso se ha limitado a vivir la vida, sea feliz o no lo sea.
Esta casi veintena de relatos, de todos los tamaños, como las vidas, reúne algunos de apenas página y media, o media página, y otros bastante más extensos. Mis preferidos son aquellos en los que ocurren cosas aparentemente normales y cotidianas, proponen una visión del mundo, o la manera de posicionarse ante la felicidad y lo que uno es. Lo de “aparentemente” alude a que enseguida se ve que no son ni normales, ni cotidianas las historias que compone; a no ser que demos por cotidianas aquellas situaciones que nos propone el autor. ¿Lo es ese magnífico relato, “Amarillo limón”, que permite al lector —incluso al autor— aproximarse a tocar con las puntas de los dedos eso que se llama felicidad? (Este relato lleva incorporado un breve “vocabulario de la felicidad”). Este es uno de mis favoritos como lo es también “La modificación sustancial…”, que es un brillante relato de una mujer en camisón que el autor escribe a cielo abierto, metiéndose él en su interior a calzón quitado. Un cuento como un piso-piloto, como si el autor nos lo fuera enseñando por dentro a los lectores por si lo fuéramos a comprar, y el lector metido en la historia acaba adquiriéndolo. Es un excelente relato con ese final abrupto, “… y sin camisón no hay cuento” (y lo del camisón de la primera línea inicial y de la última, me recuerda esa otra cita no textual de Chéjov de que si en el primer acto aparece una pistola, ésta debe ser usada antes de que caiga el telón). Hay que decir también que a Felipe R. Navarro los relatos más breves, le sirven para ocuparse de la responsabilidad del arte (y dar voz a un personaje silente, ¿no lo son todos?, de un cuadro de Hopper y sus consecuencias). Son todos relatos muy precisos, en los que poco sobra, poco hay que no sea sustancia por caer en exageraciones estilísticas, lugares comunes o parejas facilonas: el narrador escribe “velocidad endiablada” y el personaje, concernido, le advierte a aquel: “debe usted contemplar la posibilidad de una adjetivación lo más obvia posible ya que viajando a esa velocidad solo son visibles los tópicos”. Aviso de navegantes.