Mujeres de aquella Yugoslavia
Relojes en la habitación de mi madre
Tanja Stupar-Trifunović
Trad. Pau Sanchis
Tres Hermanas
254 páginas | 24 euros
Con Relojes en la habitación de mi madre, se alzó la croata Tanja Stupar (1977) con el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2016. Y, hablando de relojes, la novela entera es una ambiciosa maquinaria de prosa poética, uno de esos retos donde se miden los buenos traductores, como demuestra ser Pau Sanchis en su versión castellana de estas exigentes páginas. La historia se nos cuenta desde la voz de una mujer joven, escritora, pero pronto se nos advierte que estamos habitados por otras presencias: otras muchas mujeres nacidas y forjadas en la vieja Yugoslavia. Para empezar, su madre —o el recuerdo de su madre—, con quien establece una hermosa dialéctica que busca esclarecimiento y comprensión de su duro carácter y su modo de actuar en tiempos tan convulsos y brutales. La protagonista toma también la voz por las hijas que vendrán, o por Ana, el alter ego literario de la narradora, esa vía de escape desde la que poder autoanalizarse y purgar tanto dolor.
No es casual que se arranque con el temor infantil de una niña y la decidida intención materna de devolverle la vida y los sueños, pues hay existencias cuyos cuentos comenzaron ya “en el estómago del lobo”. La narradora protagonista era ya una niña hiperperceptiva en tiempos en los que recogía conchas en una orilla del Adriático bajo la vigilancia materna. Aún no había guerra, pero sí una clara conciencia de la escasez y de los secretos familiares que no debían contarse.
Tanja Stupar fue poeta antes que novelista y su manera de contar mediante fragmentos (pedazos rotos) e impresiones que el lector esforzado recoge y trata de unir, pivota sobre el ritmo de una prosa poética que, pese a la intensidad y el detalle a flor de piel, no se permite el desmayo hacia la sensiblería. Todo el libro posee un aire de confesión y de catarsis personal desde los pequeños recuerdos y traumas (la culpa, la vergüenza). Se funden los planos y las generaciones como pinceladas o apuntes de un “decir a medias”, una técnica que logra crear inquietud en quien transita por estas páginas. Muchos proyectos quedaron truncados o apartados, como la pasión por la escritura en la madre de la protagonista o ese amor imposible por el chico de ojos verdes de su sueño. Pero en medio del caudal de imágenes Tanja Stupar filtra en su novela el drama de unas mujeres de corazón petrificado, su condición de exiliadas y apátridas, entre controles, fronteras y emboscadas, el horror de la Centroeuropa de las últimas décadas, un país que saltó por los aires entre excesos nacionalistas: “De niña gritaba palabras sin sentido de un poema a una patria que poco después iba a descomponerse, quizá a causa de todas esas voces enfervorecidas que le recitaban, la aclamaban y la juraban”. Pero no es solo el conflicto bélico el que ha arrasado a esas mujeres, también la losa de sus equivocados matrimonios y embarazos siendo apenas niñas y todo un sistema patriarcal del que apenas pueden escapar. Hijas que “reciben en herencia la depresión, en vez de la fuerza”. Tanja Stupar sabe de la necesidad del amor para seguir adelante: “Si me abrazas así, quizá podré creer que se puede vivir con sencillez y hermosura, aunque todo esto ya se haya escrito tantas veces en algún lugar”. Porque no se habla aquí solo de la incomprensión de unas figuras maternas lejanas o ausentes, sino también de la dificultad de las relaciones de pareja y de unas mujeres que, después de llevar sobre los hombros el dolor del mundo, no es raro que se quiebren y colapsen.