Perdedores de extrarradio
Maleza
Daniel Ruiz
Tusquets
288 páginas | 18 euros
Hay escritores que tienen el privilegio de que al juntar palabras, éstas aparezcan de pronto con un arsenal de linternas, perfumes y sonidos en su neceser. Daniel Ruiz (Sevilla, 1974) es uno de esos afortunados. Ojo, no todos los escritores, ni siquiera algunos muy grandes, lo consiguen. Ni tampoco esa cualidad de hacer que veas, escuches y sientas con la nitidez de una pantalla HD a través del lenguaje escrito te convierte en un gran novelista, poeta o artista. Pero si nos atenemos a las tres últimas obras publicadas por Ruiz —Todo está bien y La gran ola, esta última novela galardonada con el Premio Tusquets, y esta serie de tres novelas cortas entre salingeriana y carveriana de la vida periférica de un barrio de extrarradio— muy mal se tienen que dar las cosas para que este todoterreno de la palabra no acabe en la sala VIP de la literatura. Maleza son tres nouvelles situadas en el mismo lugar, un barrio en el extrarradio de una ciudad que no se nombra llamado Balseras. Son historias de seres en los márgenes de las periferias. En la primera, “Perrera”, nos cuenta la venganza de un grupo de chiquillos adolescentes que se enfrentan a la rabia de ver cómo unos tipos le han destrozado al perrillo que les acompañaba en sus tardes de vidas sin horizonte. En la segunda, “Carnaza”, un vendedor de electrodomésticos de tercera categoría se encuentra con la mano amputada de una mujer y se la lleva a su casa. Y en la tercera, “Maleza”, Nolito, un disminuido psíquico que trabaja en la limpieza de la piscina de una urbanización anda enamoradito perdido de una niña que se llama Sonia por la que sería capaz de morir o matar.
Si en sus anteriores novelas Ruiz trataba los temas de la corrupción política y las relaciones laborales en el mundo del rendimiento empresarial con tanto humor como mala leche, en estos tres relatos expande su mirada hacia seres sin glamour ni poder, víctimas a su vez de una sociedad absolutamente deshumanizada y sin objetivos. Son personajes que nos recuerdan a los mejores de Mendoza y Marsé, emocionantes desde su costra de nadería y grisura, risibles a veces y absurdos como cualquiera de nosotros, fieramente humanos en un contexto de crueldades cotidianas y falta de empatía. Perdedores sin futuro que brillan gracias al don del autor de darles más vida y corazón que a los triunfadores del cuché y el instagram y que se convierten en la mejor metáfora de esta sociedad sin esperanza donde un escritor toma partido por esos amores y pasiones excluidas de las estadísticas. Seguramente Ruiz acabará en esa sala VIP de la literatura. Pero para hacerlo se ha puesto al frente de criaturas que seguramente, jamás leerían sus novelas. Esta soldadesca tiene, qué gran noticia, alguien que les escriba en su nombre.