Próxima parada: la esperanza
Volver a Canfranc
Rosario Raro
Planeta
512 páginas | 20, 90 euros
España aún sangraba por la herida de la Guerra Civil y la maquinaria del horror hitleriano funcionaba sin descanso. En aquellos años de horror y furia, la estación pirenaica de Canfranc se convirtió en escenario de un episodio histórico que, sorprendentemente, permanecía poco menos que en el olvido: la huida de miles de personas, en su mayoría judías, que intentaban dejar atrás a la fiera nazi con la ayuda de héroes anónimos que no dudaron en poner en peligro su vida para salvar la de otros muchos. Siguiendo los raíles de la historia real, Rosario Raro se sube al vagón de una narración tensa y extensa introduciendo elementos de ficción que la enriquecen y le proporcionan los necesarios resortes de intriga y dramatismo para hacer de la novela un entretenimiento en estado puro al tiempo que revive hechos que conservan intacta su capacidad para conmover y asombrar.
Hay un denodado esfuerzo en Raro por hacer que su novela no sea sepultada por el peso de la documentación y que sus personajes no sean de cartón piedra sino que vivan (respirando, sufriendo, amando, luchando) en la imaginación del lector. De ahí que, siguiendo los consejos sabios de Scott Fitzgerald (“Acción es personaje”), los escenarios y sus habitantes estén construidos sin demoras ni hojarasca que entorpezca el desarrollo de la trama, en la que se engarzan tanto semblanzas de amor como brotes de horror, signos de lealtad con crueldades siempre al acecho. Sacrificios y derrumbes morales, amargura y esperanza. La humanidad, con sus luces y sus sombras. Hay en el correoso y fluido empeño narrativo de Rosario Raro un inconfundible rastro de las novelas de aventuras de, por ejemplo, un Alejandro Dumas (la comparación no es ociosa, por cierto, como tampoco lo sería invocar a Pérez Galdós) deslizándose por las vías del relato impetuoso que no admite retrasos ni rodeos, sin regodearse en las descripciones ni excederse en los diálogos.
De la destilación de su caudaloso material histórico, Raro extrae una crónica en la que hay mucho dolor, como en todas las guerras, pero también espacio para que algunos personajes den lo mejor de sí mismos. Lo tentador sería, con tantos datos interesantes en las manos, dejarse llevar por el exceso y estirar cada peripecia hasta poner a prueba sus costuras. Raro prescinde de ese riesgo desde el primer momento y hace una labor casi impresionista a la hora de ir hilvanando los hechos, mostrando lo justo y necesario para que las páginas no se vuelvan morosas o renqueantes. De hecho, Volver a Canfranc tiene algo de muñeca rusa que alberga argumentos que merecen su propio desarrollo independiente. Desde el expolio nazi hasta los trajines del espionaje pasando por andamiajes secretos con cierto barniz épico, la novela cruza muchas estaciones en un viaje al fondo del mal y del bien. Del ser humano, en definitiva.