Realismo poético
El adoquín azul
Francisco González Ledesma
Menoscuarto
80 páginas | 11 euros
Imposible resulta evaluar los graves trastornos que el sangrante lápiz rojo causó en la trayectoria de los escritores no franquistas bajo la dictadura. Apenas cumplidos los veinte años, Francisco González Ledesma obtuvo el premio internacional de novela convocado en 1948 por José Janés con Sombras viejas y la censura prohibió la publicación. Si se quería publicar, había que camuflar las ideas. Eso hizo el republicano represaliado Ildefonso-Manuel Gil en la obra que ganó la siguiente convocatoria del concurso, La moneda en el suelo, donde coló la denuncia bajo una historia de exasperado existencialismo. El mismo Gil explicó que era a propósito un libro críptico.
González Ledesma recurrió, como bastantes coetáneos del exilio interior, al trabajo destajista de autor de novelas de quiosco bajo el pseudónimo sajonizante, algo entonces frecuente, de Silver Kane. Encontró nuevas dificultades con la censura y ya pasado el medio siglo de edad consiguió crédito y difusión gracias al Planeta de 1984 con una novela policiaca de corte testimonial, Crónica sentimental en rojo. La madurez de este libro, de notable complejidad formal, se debía a esa labor de aprendizaje desarrollada durante tanto tiempo en la clandestinidad literaria y hace pensar en qué narrador de verdad valioso se habían perdido nuestras letras por no haber podido hacer su carrera a su tiempo y a su paso. Por suerte, aunque tardía, las historias del inspector Méndez, que enhebra sus novelas negras, disfrutan de un alto reconocimiento.
Este currículo podría aducirse como explicación, si alguna hiciera falta, de la categoría artística de El adoquín azul, una novela corta que salió acompañando a Interviú hace tiempo y que ahora reaparece en un flaco volumen cuya lectura de un tirón revela la enorme fuerza de su historia en sumo grado concentrada. Porque no se trata solo de una novela de pocas páginas sino de algo para lo que en castellano no tenemos un término propio; se trata de una nouvelle, un escrito breve marcado por la concisión anecdótica y por la intensidad expresiva. El argumento se sitúa en el difuso ámbito de lo policiaco, aunque aquí la intriga apenas tenga peso. A falta de intriga sí ofrece misterio, en el doble sentido de apelar a un medio material evanescente y a una peripecia repleta de insinuaciones y colmada de elusiones y secretos.
Esa anécdota se sitúa en una Barcelona, la de la alta postguerra, bien concreta a la vez que bastante espectral. En un ambiente de represión política, una extraña mujer, Ana, casada con un duro inspector de la Brigada Política, Ponce, libra de la persecución policial a un joven traductor y escritor republicano, Montero, a quien acoge y esconde en la encubierta vivienda donde ella cultiva su afición a las letras. El hombre corta la relación para no perjudicar a la mujer y mucho tiempo después, a la vuelta del exilio, intenta localizarla, guiado por la única señal, un adoquín azul, que le permite identificar la casa clandestina que fue escenario de aquel amor imposible. Montero está aprisionado en el lastimoso ejercicio de la memoria del cual surge una estampa de soledades y desvalimientos, de generosidad y utopía, de rebeldía, que se solapa con una sociedad atenazada por el miedo y la venganza.
González Ledesma recrea en esta novela policiaca una atmósfera real y visionaria con la admirable intensidad emocional de Marsé, y recupera el tiempo viejo de la posguerra con un peculiar realismo poético. La estilización del testimonio, la originalidad de la historia, la creatividad del lenguaje de certera adjetivación y las sorprendentes imágenes se dan la mano para conseguir un relato corto de antología.