Relatos de la memoria
Los siete años de abundancia
Etgar Keret
Trad. Raquel Vicedo
Siruela
160 páginas | 15, 95 euros
Dice Etgar Keret, (Tel Aviv, 1967) que lo que más le gusta de escribir ficción es que sabe muy poco de la historia y que su mayor incentivo, al igual que en el caso del lector, es descubrir qué va a pasar a continuación. Así, por ejemplo, si el protagonista de su historia es un chico que tiene por primera vez una cita con una chica, Keret suda, tiembla y tiene palpitaciones hasta que por fin descubre lo que está ocurriendo. Calificado como un escritor inteligente, sagaz y sensible, uno de los grandes renovadores de la narrativa contemporánea, y conocido sobre todo por sus excepcionales libros de cuentos —Pizzería Kamikaze, Un hombre sin cabeza o De repente llaman a la puerta, entre otros—, Keret nos sorprende ahora con un libro de no ficción en donde, aparentemente no hay posibilidad de sorpresas. Los textos reunidos en este libro son pinceladas divertidas, irónicas y a veces dramáticas de su día a día, desde la llegada al hospital para el nacimiento de su hijo, en donde coincide con las víctimas de un atentado suicida (el conflicto árabe-israelí es el telón de fondo del libro); la visita al médico con su padre enfermo de cáncer, en donde, tras oír que le tienen que extirpar la lengua, éste explica con toda naturalidad que a su edad “ya no necesita lengua, solo la cabeza despejada y un corazón latiendo”; sus experiencias en los festivales literarios o la visita a la casa de su hermana ultraortodoxa que tiene doce hijos, además de la reflexión constante sobre qué significa ser “judío”. Todo en el período de siete años, desde que nace su hijo hasta que muere su padre.
Puesto que se trataba de escribir sobre algo que ya había ocurrido y que el autor no pretendía ficcionar, lo que sí descubre Keret es que, sin darse cuenta, la memoria hace un impresionante trabajo de edición. “La memoria escoge lo que quiere recordar y lo que quiere olvidar¸ cosa que te hace aprender mucho de ti mismo, de tu actitud hacia tu propia historia”. Así pues, este libro es una novedad por distintos motivos. En primer lugar, porque al no ser ficción, por fin ha conseguido Etgar Keret que la crítica no le asocie con Kafka. El universo de Kafka no da pie a la esperanza, es un absurdo desolado y alegórico en donde los personajes están atrapados, confundidos, llenos de culpa, frustración y falta de comprensión. Por el contrario, el universo de Keret es siempre optimista y los protagonistas luchan con todas sus fuerzas por sobrevivir y por sacar algo positivo de la experiencia. Otra novedad que se extrae de la lectura de este libro, originalmente escrito en inglés, apuntada por el propio autor, es su caleidoscópica manera de contemplar la realidad. “En estas crónicas”, dice, “aparezco o bien enojado, o bien estúpido o bien incompetente, y en todas esas facetas, en todos esos fragmentos de la realidad, estoy yo”.
Cuenta Keret en una de las piezas de Los siete años de abundancia (título que alude al Génesis y que, por cierto, también es muy optimista) que en cierta ocasión, ante la lectura de una escritora en una colonia de artistas en New Hampshire, escuchó una historia en la que un padre hablaba a sus hijos, que se pasaban las vacaciones de verano torturando animales. El padre les dice que hay una línea que separa matar bichos de matar ranas y que, no importa lo difícil que sea, esa línea nunca debe cruzarse. Aprovecha Keret el símil para explicar que uno, como escritor, tiene el deber de “decir lo que hay que decir” para que al menos, “unas cuantas ranas virtuales consigan salvarse”. De aquí la sinceridad de estas espléndidas crónicas cotidianas, en las que se mezcla un inmenso amor por la vida y la tragedia más descarnada, con las que Keret nos transmite la magia y el temblor de lo cotidiano.