Rosas geométricas
Tres vidas
Gertrude Stein
Traducción de Marta Pérez
Posfacio de María Agra y Pablo Álvarez
Sitara
304 páginas | 19,70 euros
Nace una editorial, Sitara, con Tres vidas de Gertrude Stein y con una colección, Marginalia, que recupera el impulso de escribir en los márgenes: el lector dialoga con textos polisémicos, poliédricos, complejos. La triada de adjetivos le cuadra a estas tres historias de mujeres escritas por la mujer que bautizó y protegió a los escritores de la Lost Generation. En el posfacio casi cubista, María Agra y Pablo Álvarez trazan un iluminador panorama de época y personaje, donde Stein alude a lo inaccrochable, lo que no se puede colgar: “Uno no debe escribir nada que sea inaccrochable. (…) Es una acción mala y tonta”. Estas palabras aplicadas a los textos de la autora revelan los cambios que, desde comienzos del siglo veinte, se han operado en el campo cultural. Las Tres vidas de Stein hoy serían impublicables para cualquier editor que no tuviese por lema la valentía. No hablo del apocalipsis; solo sugiero que tal vez estemos dejando por el camino algunas formas legítimas de aproximación estética a la realidad.
Tres vidas es una obra integrada por tres relatos en torno a la buena de Anna, Melanctha y la afable Lena. Mujeres de servicio, inmigrantes alemanas, excitadas negras de “inteligencia superior”. También los orígenes de Stein son alemanes y ella fue una mujer dotada de “una inteligencia superior”, pero Anna, Melanctha y Lena no son señoritas de buena familia: mueren de parto, precariedad, abandono. Consuman el ciclo imperfecto de vidas que Stein hace visibles en su falta de importancia. El estilo descubre la singularidad y complejidad de mujeres que son lo que son por razones biológicas que a veces las matan, y también por costras civilizatorias que reprimen sus instintos. Mujeres de clases sociales inferiores, de razas estigmatizadas, con psicologías que esconden pasadizos secretos. La circularidad y las fracturas temporales son el espejo roto en el que cada historia se parece a una rosa geométrica. Para trazar cada rosa, las figuras geométricas se repiten, destiladas en conceptos (inteligencia superior, excitación, regularidad, abroncar, deambular, bueno, decente), que se superponen para ofrecer visiones simultáneas y contradictorias de los personajes. Los adjetivos se acumulan en las descripciones y, de pronto, uno de ellos disuena: lo físico se remata con un dato sobre la nacionalidad y esa incoherencia explicativa, como dimensión indeseada en el lenguaje literario, resulta sugerente porque, bajo la acumulación de abstracciones y disonancias, se oculta el misterio: así sucede con la homosexualidad de Herman “que era afable y hablaba poco”. También traza Stein una sutil línea de unión lésbica entre mujeres. Al final, el desequilibrio entre instinto y civilización —el peso castrador de ambas nociones— cristaliza en polos semánticos opuestos: una telilla separa el cuidado del castigo, la protección de la violencia. Sin embargo, se alza un telón inexpugnable entre la excitación sexual yel orden doméstico. Algunas reflexiones de Tres vidas hoy serían inaccrochables tanto si atendemos a un exceso literario “no tolerado” (modernismo puro), como si partimos de la necesidad de ceñirnos a las pautas —adaptadas a intereses cambiantes— de la corrección política: “Los padres Kreder formaban, para un temperamento irlandés, una pareja sucia y pegajosa. No poseían la suciedad libre de corazón, irreflexiva, luchadora, salpicada de barro, andrajosa y en olor de multitudes y cabañas que Mary la irlandesa conocía y podía perdonar y amar. La suya era la suciedad germánica de ahorrar, de ser desaliñado, ancho y pestilente…”Sin caer en la publicidad nostálgica, quizá no deberíamos olvidar la literatura como arrebato. Como forma de arrancarle a la realidad la piel a tiras.