Una bomba moral
El comité de la noche
Belén Gopegui
Random House
272 páginas | 17,90 euros
El comité de la noche es en apariencia una historia perfecta para alimentar uno de esos relatos de buenos y malos, suspense, espías, cadáveres sin nombre. Es decir, uno de esos productos fáciles decorados por el editor con una faja en la que consta la consabida coletilla: “una vez que la empiezas no la podrás dejar de leer”. Pero en realidad es mucho más, menos abreviado, más denso. Y seguramente eso sea, por decirlo con versos de Claudio Rodríguez, “su alianza y su condena”.
Dos mujeres, Álex y Carla, una en Madrid y la otra en Bratislava, golpeadas por la crisis, expulsadas o anuladas en su país, libran, mientras sobreviven, una batalla contra el tráfico y la compraventa de sangre promovida por las multinacionales farmacéuticas de hemoderivados, en particular en los países más propicios, como Eslovaquia, con medio cuerpo en Europa y el otro medio flotando sobre la nada. Y aunque se deja leer maravillosamente, con un encomiable estilo, El comité de la noche no es la típica ni la mediocre novelita de suspense y espionaje que se acaba del tirón y se entierra sin funerales en un estante. El comité de la noche no termina cuando acaba el libro y la interpelación moral. El desasosiego ideológico que proyecta sobre el lector perdura mucho tiempo y reaparece luego con muchos matices, a veces contradictorios, como el final largo de los buenos vinos. Y eso ocurre porque el libro es, en el mejor sentido, un inteligente artefacto literario, complejo, abiertamente político, tan sinuoso que a veces amenaza con desbordarse pero que finalmente se transforma en una lectura memorable.
Belén Gopegui, sobre un argumento en apariencia simple, ha construido un ensayo moral (¿es lícito que una persona, Carla, acceda a a las exigencias de una multinacional para alterar la cadena de congelación del plasma a cambio de que una niña de doce años logre una trasplante hepático en un hospital eslovaco?) y, sobre todo, es un alegato político a favor de los lobos solitarios que jugándose la vida, en un mundo desorganizado y sin resistencia ante los atropellos del capitalismo, tratan de meter estacas en las ruedas para impedir que el carro que trafica con los desmanes traspase la línea de sus metas.
El comité de la noche es una novela política, incluso de política actual (“¿qué es lo que no se puede decir?”, pregunta Álex divertida en un juego por internet. Alguien responde: “Que Podemos es la venganza de Stephen King”) que describe encuentros furtivos de francotiradores, sin ideologías concretas ni proyectos revolucionarios, empeñados en revelar los atropellos del capital y despertar las conciencias adormecidas y que la gente (¿les suena?) rodee las instituciones y acampe en las plazas. ¿Pero despertará esa multitud aquietada? ¿Se pondrán en pie cuando comprenda que detrás de las batallas por la privatización de la sangre está la bestia y sus artimañas para apoderarse del sistema público de salud con todas sus imperfecciones?
“Aunque todo el mundo está dispuesto a reconocer que la bestia existe, al parecer jamás entra en sus hogares. La bestia merodea y muerde brazos, muslos, cuellos. Pero siempre queda alguna hora suelta (…). Todos hablan de esas horas y solo de esas horas en las que han sido buenos (…). Una y otra vez en las redes sociales exhiben los retales de su su vida que sí funcionan. ¿Pero por qué no hablan de cuando no pueden? ¿Es que no les pasa nada?”, se pregunta un misterioso personaje que espía y divulga informes en pro del comité de los reticentes.
La novela de Gopegui no es un panfleto. Es solo un libro, un dispositivo hecho de palabras, de símbolos, de semántica, de trucos y licencias. No es una bomba; es, aunque estalle a su modo, una simple novela.