Amor y belleza con derrota
Islas de claridad
José Gutiérrez
Renacimiento
152 páginas | 12 euros
Cuando en 2006, y tras un largo silencio de diecisiete años, publicó José Gutiérrez La tempestad serena, ya escribí en esta misma revista que el autor granadino, nacido en 1955, vería pronto cómo su obra ocuparía el lugar destacado que le corresponde dentro de las letras españolas, tanto por su dominio formal —una síntesis de tradición y contemporaneidad— como por su contenido que aúna lo temporal e intemporal dentro de la misma tensión de espíritu. Ahora, al aparecer en la editorial Renacimiento una antología de autor que reúne poemas escritos a lo largo de casi cuarenta años, se hace realidad mi predicción. Bajo el título Islas de claridad, su creación poética está representada en ella por seis libros: Ofrenda en la memoria (1976) ; Espejo y laberinto (1978); El cerco de la luz (1978) ; La armadura de sal (1980); De la renuncia (1989 y 2010) y La tempestad serena (2006).
El prólogo lo firma Antonio Muñoz Molina quien, en siete páginas llenas de mirada poética, entraña la vida y la obra de José Gutiérrez al señalar que “esta antología es el itinerario de una educación”, el resultado “de callar sin remordimiento, cuando no hay nada que decir, o cuando lo que hace falta que se diga aún no ha madurado; y de pronto abandonarse, entregarse, sin miedo y sin red, con humildad, con orgullo, con la alegría primitiva y casi sagrada de estar dejándose llevar por ese arrebato que los griegos personificaban en la Musa, o en el daimon de Socrates”. Iluminación primera dirigida al futuro lector que está acompañada por una lúcida visión del desarrollo de la poesía de este escritor que evoluciona —cito a Muñoz Molina— “de una dicción culturalista y clásica a un existencialismo desgarrado y verdadero para, en su etapa más reciente, mostrar su maestría en la utilización de formas tan cerradas como el soneto, la sextina y la décima, y su deseo de emprender nuevas aventuras”. Poesía —cito de nuevo al novelista y académico jiennense— “tan elegíaca como hímnica”. Una evolución en la que existe la misma voz reconocible, la misma temperatura estética y ética y un enraizamiento en la infancia, yo diría en lo primigenio, que necesita de las fuerzas de la naturaleza para conseguir su pulso más desnudo y hondo. Hay asimismo en sus poemas una íntima escala hacia la luz, hacia un renacer entre pérdidas, derrotas y ausencias, que encarna muy bien en esas “islas de claridad”. El amor, la amada y su presencia basal, eje y temperatura del libro, se manifiesta como una sombra con latido, es “hoguera y fuente”, como se titula uno de los poemas inéditos, presta sentido a la existencia, y crea el del paso de los años y su equipaje de pérdidas y derrotas. Es el tiempo atravesado por la pugna entre lo real y lo soñado o deseado y por el cordón umbilical existente entre memoria y olvido. Y la belleza, raíz también de esta poesía, no es un gratuito fulgor, sino una forma de ser, como lo es la renuncia y la ausencia. El lenguaje de la poesía de José Gutiérrez, está empañado por la vida, y es alumbrador tanto si se trata de un verso en libertad como cuando se enclaustra en formas que nunca ahogan el contenido. Con una décima que suspende los sentidos termino la mirada sobre su libro: “Sabio quien descubre el alba/ tras larga noche sin luna/ y atesora la fortuna/de sorprender con luz malva/la amanecida que salva/ de la oscuridad el día:/he sabido que vivía/en tu isla de claridad./Faro de mi soledad;/ de mi corazón, vigía”.