El deslugar de la poesía
Ser sin sitio
Álvaro García
Fundación José Manuel Lara
61 páginas | 11,90 euros
Desde La noche junto al álbum (Premio Hiperión, 1989) Álvaro García ha ido construyendo una obra poética esencial en busca de lo que, en su ensayo Poesía sin estatua. Ser y no ser en poética (2005), denominaba “épica interior”. Desmarcándose de la corriente literaria predominante, en ese libro hacía una distinción necesaria entre la “experiencia”, que subordina el poema al autor, y la “vivencia”, que subordina el autor al poema hasta el punto, según se afirma, de que “en términos ideales, el autor del poema se transfigura en Nadie”. De la mano de varios poetas muy citados ahí (Eliot, Rilke, Pessoa, Juan Ramón Jiménez, Wallace Stevens o William Carlos Williams), todos los cuales suscribirían la afirmación anterior, Álvaro García hace una apuesta decidida por una poesía menos atenta al “relato” de una experiencia, esa tendencia que ha convertido en centones de anécdotas más o menos graciosas tantos poemarios de los últimos decenios, que al extrañamiento de esa experiencia y su conversión en acicate para vivirla también más allá de sí misma, es decir, donde se niega, donde se desdice, donde deja de reinar y donde queda desubicada. La experiencia se transforma en vivencia cuando el aquí y el ahora no se sienten desgajados del tiempo y del espacio del que surgen sino parte de un flujo universal, que es metafísico tanto como sensible, que arroja luz y sentido sobre ellos.
Esta poética ya se apreciaba en Intemperie (1995) y en Para lo que no existe (1999) y se ponía de manifiesto de manera más contundente, consciente y arriesgada en esa trilogía de poemas largos formada por los libros Caída (2002), El río de agua (2005) y Canción en blanco (Premio Loewe, 2012). Pero es en Ser sin sitio donde, ya desde el título, se despliega de manera más directa y profunda. Y donde se apela al tiempo como colaborador necesario para que esa propuesta de vivir y de escribir fuera de sitio, en ese deslugar o no-lugar o “sitio sin lugar” que nunca tuvo que haber abandonado la poesía (y que nunca ha abandonado, de hecho, la poesía genuina), sea algo habitable (“un decir habitable”): “Hacer del tiempo un sitio abriendo el tiempo”, “en este tiempo en que se anula el tiempo”, “vencer al tiempo”, “este tiempo sin tiempo”, “tiempo idiota”, “es un colarse el tiempo en el no estar”, “el tiempo que se abre aquí de par en par”, “Son una sola cosa el tiempo y el espacio”. El tiempo abierto, vencido o anulado del amor, del erotismo, de la contemplación, de la poesía, de la muerte o del viaje, temas centrales de este libro, es, en efecto, lo que logra de manera natural algo asimismo natural: que la vida de uno no sea una vida “idiota” sino una vida viva.
Ser sin sitio aborda de maneras distintas este asunto en cada una de sus cuatro partes: en “Ser sin sitio”, “Ante la tumba de Jane Bowles” y “El viaje”, que son los tres poemas largos, se invita a la “desacumulación”, al “contraarder”, a que “las palabras sean/ no un decir: un hacer”, a “ser en la frontera/ entre vivir y no poder vivir” y a la transparencia; en los 17 sonetos de la segunda parte, “El sitio sin lugar”, Álvaro García repasa algunos motivos sentimentales y simbólicos (el ascensor, el tren, el espejo, el sueño, la cama, la muerte) que ponen en duda la realidad inmediata y que fundan sobre esa duda un saludable apetito de trascendencia. Un gran libro de uno de los poetas centrales de nuestra lengua.