Encarnado en la escritura
Calmas de enero
César Antonio Molina
Tusquets
168 páginas | 15 euros
Durante más de cuarenta años la creación de César Antonio Molina ha sido plural en cuanto a sus manifestaciones (poesía, ensayo, novela, artículos o libros de memorias) y unitaria en cuanto a su fidelidad en la búsqueda del sonido total de la vida, encarnándola en la escritura hasta el punto de hacer de esta un sismógrafo de la existencia. Búsqueda fundada en una concepción panteísta del mundo; la constante interiorización de espacios y tiempos; la apertura a lo mágico y a lo mitológico; la desaparición de fronteras entre países, literaturas y religiones mediante un sincretismo donde brilla desnuda la condición humana y, siempre, a través de la memoria transparente de sus orígenes en un doble sentido, el de una nueva concepción del ser y el entrañamiento raigal con Galicia. Todo ello dentro de una dimensión esencial, al constituir la poesía el núcleo vivificante. Una poesía, según Antonio Gamoneda, “grande, fuerte y reveladora”. Vuelta a los orígenes que adquiere una potencia deslimitadora singular, dado el cosmopolitismo de este autor, y que alcanza su cenit en Calmas de enero, su último libro de poemas hasta el momento, que sintetiza las principales características de una vasta obra poética, algunas ya apuntadas, de la que los últimos títulos son Eume (Pre-Textos, 2008); Cielo azar (Pre-Textos, 2011) y Vieja cima (Ars Poética, 2017), sin olvidarnos de la antología poética El rumor del tiempo (Galaxia Gutenberg, 2006). Calmas de enero, cuyo título responde a una expresión que escuchó por primera vez en Mallorca César Antonio Molina, referente a esa época del año en que en la isla no sopla el viento, no llueve y la luz es transparente. Calmas que también nos devuelven a un mundo clásico tan respirado por nuestro poeta, y que en mi caso de lector abren mi espíritu a la sintonía existente en sus poemas entre la naturaleza y lo que es fruto del pensamiento y la sensibilidad humanos, a la interrelación profunda entre lo más íntimo, amor, deseos y sueños, y la palpitación del mundo con su belleza y crueldad, con sus tormentas y claros.
Todo el libro es un desciframiento de lo que la mirada, fundamental en este poemario, va excavando dentro de lo que ve: visión tan honda que a su vez recibe la respuesta de lo visto; es un viaje como forma de ser acompasado por múltiples reflexiones sobre la vejez, la felicidad, el dolor, el amor y la muerte en perfecta cohabitación, la amistad, la ausencia… sobre la propia poesía que “cura las heridas que la razón provoca”. Un viaje por el fondo de uno mismo no ajeno a todas las lumbres exteriores y a la lectura de otras vidas, con la consciencia de que la vida es una representación, lo que le permite dialogar con su doble y comprender que “lo que llevo dentro de mí, / que me es desconocido, / es lo que me hace yo”.
Calmas de enero es un libro narrativo que abre lo que nombra, en el que se entrelazan lo sagrado y lo terrenal, y en el que como una sombra con cuerpo nos persigue lo perdido o la amada inalcanzable. Un soplo oriental cruza también este poemario, donde la necesidad de ausentarse es plena: hasta del pensar. Y entre sus versos hay aforismos que le dan su tono meditativo. Por último insistiré, en esta rápida impresión de lectura, en que la idea del regreso fertiliza estos textos, regreso corporal y anímico a su ciudad, A Coruña, a sus seres amados, a sus lugares, a sus objetos. Un reencuentro con el pulso de lo, desgraciadamente, ya deshabitado y desconocido: “…yo aún tengo los números de teléfono / para escuchar en los contestadores / las voces de los muertos”. Calmas de enero es un libro lleno de radiaciones, que nos invita a un continuo despertar y a reconocernos dentro de una lengua trepanada por la vida.