Contra Juan Manuel Villalba
Linterna
Juan Manuel Villalba
Pre-Textos
64 páginas | 15 euros
Unos autores desenredan la bobina temática a lo largo del libro y otros muestran el hilo desmadejado desde el comienzo. JMV es de los últimos, al menos en Linterna cuyo poema prólogo significativamente titulado “Poemas” marca el rumbo del libro: la poesía y el papel que esta ha jugado en su vida. “Poemas” es un autorreproche que descabeza tantos clichés como estrofas tiene: la vida como experiencia poética, la tradición, el amor, los séquitos del yo, el aplauso crítico. El recuerdo de “Contra Jaime Gil de Biedma” salta de inmediato. Si en Fondo (1992) JMV entrechocaba el pedernal de las palabras esperando que saltara la chispa del verso, ahora aspira a borrar la hoguera de su obra. Pero si la poesía es artificio la máscara deviene imprescindible para la representación. Indirectamente asume esta tesis universal cuando dice que “todo lo que no eres, […] sí eres tú”: imposible olvidar lo que no se es. Juan Ramón lo enunció con verbo clarividente: “Vida poética (no vida literaria). Obra, amor, naturaleza y casa”.
Linterna se compone en dos capítulos. El primero, “Retrato del poeta adolescente”, dividido en diecisiete partes, ajusta cuentas con los lugares comunes antes señalados. No exagero si lo califico de antipoética. A ello invita a pensar, además, la cita de cabecera, “patrullas de emoción sin disciplina”, tomada de “East Coker”, el más personal de los Cuatro cuartetos. Eliot vuelve al lugar de sus antepasados sintiéndose fracasado en los repetidos intentos por aprender el manejo de las palabras. JMV sirve el esperable paralelismo, con la diferencia de que su East Coker es la Poesía, por la que se siente engañado y de la que se siente desengañado. La contundente cita —próxima a los sentimientos exaltados de “El juego de hacer versos”— retrata el estado de confusión personal y creativa del joven poeta JMV al que el JMV adulto reprocha haberse dejado seducir por el relumbrón de la bisutería. El relato se construye con un repertorio de términos negativos, el más inocente de los cuales es calificar a la poesía de “oficio absurdo” o de “artefacto”.La escurridiza y algo retórica maniobra de usar los versos como arma arrojadiza contra la poesía misma, se le va de las manos en ocasiones a JMV. Creo que es consciente de ello y quizá busca remover profundidades pues no hay cabida para remilgos si se trata de limpiar un pozo cegado.Acabada la tarea, rebrota el agua limpia: “hallar la espoleta del principio del verso / y encender sobre el agua lo que arde sin motivo”.
“Hijos de suicidas”, el segundo capítulo, abre con “El rencor”, magnífico en su enfoque de convertir el resentimiento en fiera mitológica. Otras piezas participan del tinte fabulador e irónico, más identificable con el Villalba que conocíamos, caso del no menos espléndido “Esas otras voces”, en el que se debate entre la atracción por los versos simbolizada en el homérico canto de las sirenas y la seguridad de la tierra firme, es decir, entre su origen y su destino. Hay, por tanto, una mirada diferente al leitmotiv del primer capítulo, más suavizada si se quiere. Con el mismo tono, “Luna o nada” es un alegato contra la influencia de la poesía, hecha carne en la luz que recibimos de nuestro único satélite, luz a la que JMV llama “talco envejecido”, un hallazgo que rivaliza en belleza con este otro de eco lorquiano: “La luna trae puñales disueltos en el aire”.
Declaraba el autor en un post de facebook que Linterna busca la luz en las tinieblas. Por supuesto, pero yo pienso además en las linternas chinas, esos farolillos que cual estrellas iluminan y embellecen las oscuridades nocturnas.