Poética del péndulo
Serie
Vicente Luis Mora
Pre-Textos
140 páginas | 17 euros
Desde sus primeros libros Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) desconfía del denominado sujeto poético contemporáneo. Un sujeto al que él interroga, cada vez desde un ángulo distinto, para que acabe confesando su colaboracionismo con las inercias conceptuales, estéticas y sociológicas antemodernas, conservadoras y faltas de garantías ético-filosóficas. Un sujeto a cuyos caprichos anacrónicos y tics estilísticos se han entregado generaciones enteras de escritores a las que el propio Mora y otros (Agustín Fernández Mallo y su pospoesía o, antes, el colectivo Alicia Bajo Cero) se han encargado de denunciar desde blogs, libros, artículos de prensa, revistas o congresos.
Vicente Luis Mora, exigente y preparado como pocos poetas de las recientes generaciones, ha ido, libro a libro, subiendo el listón de sus propuestas y afinando una especie de cosmovisión que va desde Quevedo a Wittgenstein (con el lenguaje como protagonista en ambos casos) o desde Lucrecio a Philip K. Dick (y las teorías científicas actuales). Después de Construcción y Tiempo, ambos también en Pre-Textos, en Serie pone en marcha una suerte de péndulo que oscila entre motivos más o menos clásicos (y entonces usa, para que no lo parezcan tanto, la crítica, la ironía y la deconstrucción metódica de sus clichés) y otros que exploran algunos temas posmodernos. “Visión del vaso”, “Dialogías”, “Visión del grillo” o “Historia de tres ciudades” son grupos poéticos en los que aquel sujeto poético al que antes nos referíamos es puesto en cuestión sin dejar de ser tenido en cuenta: ese sujeto confronta su naturaleza con la de un vaso (ambos son “formas de vacío/ en el espacio”), interroga con sorna metafísica a una almendra o al corazón o a la rosa, se para a reflexionar sobre el canto de los grillos o viaja a Tánger, Venecia o Málaga, extrayendo de todo eso conclusiones sobre la esencia de la poesía o del yo. En “Prefacio”, “Ecdótica de la imagen”, “Los viajes de Saasbeim” o “Serie (neuropoemas)”, al contrario, el sujeto poético se subordina o deflagra ante la presencia de los gases constructores, el Big Bang, los mundos bidimensionales, los simulacros, preguntas como la que se formula al comienzo de “Daseintegración” (“¿Cuál es el estatuto / ontológico de la imagen?”), viajes interplanetarios (los que lleva a cabo Saasbeim, que visita Maarland, Maarkubik, Maarquivia, Maarbrighu, Maarsalia y otros lugares fascinantes) o combinaciones matemáticas.
Un péndulo, como se ve, que en un primer movimiento sigue el rastro que deja el sujeto cuando inicia su retirada (y, al hacerlo, poetiza sus huellas, su desaparición y su recuerdo) para después, en el segundo movimiento, y sin dejar de mirar el hueco en el que ese sujeto se ha desintegrado, centrarse en lo que le preexiste y le subsistirá (las leyes universales, la materia, el silencio cósmico que lo atraviesa todo y lo subsume en los agujeros negros de lo impensable). Gracias a ese péndulo Serie es un libro vivo, que va y viene, que tiene ritmo y oscila como un cuerpo deseante (un cuerpo sin yo porque “cuando hay deseo hay él, pero no pensamiento”) y que está afinado o lo intenta con el diapasón de lo más contemporáneo. Gracias, por otro lado, a poemas como “Almendra” “Corazón”, “Ensayo de ontología” o los tres inspirados en Leibniz, en especial el de la página 67 de título larguísimo y por eso irreproducible aquí, todos los cuales son geniales, debería convertirse, además, en un libro de referencia.