No me protejas de lo que he de decir
Vida y leyenda del jinete eléctrico
Joaquín Pérez Azaústre
Premio Gil de Biedma 2013
Visor
72 páginas | 10 euros
Aunque haya un jinete en el título, no habrá rodeo. Este es uno de los más emocionantes libros que he leído últimamente. Emoción sustentada con vértigo, con riesgo, como la larga confesión nocturna de un amigo con una copa alquímica —o varias— de la que bebe sueños, ensueños, insomnios. Y de ella nos invita también a beber, a acompañarle hasta el alba, cuando ya la primera luz ciegue el resplandor eléctrico de quien cabalga estos versos. A veces, más intimista, más evocador, al paso; otras, en comunión con la geografía humana, al trote; después, en un galope hacia sí mismo, en su propia busca —que es un ir hacia los demás—, hacia esos horizontes lejanos de un Oeste en donde el yo y el nosotros se funden en raíces profundas.
Con Vida y leyenda del jinete eléctrico, Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976), galardonado ya con el Adonais (Una interpretación) y el Loewe (Las Ollerías), ha obtenido el Gil de Biedma. Los libros citados (nombro solo su poesía) más Delta, El jersey rojo y El precio de una cena en Chez Maurice, constituyen un conjunto que señala un lugar seguro en el movedizo territorio poético y una voz diferenciada en el coro de su generación. Se inicia este Jinete con una cita de Robert Redford, el actor —nacido el mismo día del mismo año en que asesinaban a Lorca— y su filmografía jalonan en parte el libro, ya el mismo título es guiño al filme de Sydney Pollack. Y además navegan estas páginas por Todos los hombres del presidente y Los tres días del cóndor… Conscientemente utilizo el verbo navegar pues, como esa otra cinta dirigida por Redford, este libro es una especie de río de la vida, un río torrencial, un poema-río. A él vierten sus aguas muchos afluentes, el monólogo interior se enriquece y se puebla con las voces de otros que componen un canto whitmaniano, canto coral sin, cuidado, dejar de ser heridoramente íntimo. Continuando el símil, el mar al que iría a dar no es otro que en el que nada, perplejo y desolado, el ser humano de este embravecido nuevo milenio; para él es este poema como tensa cuerda lanzada al náufrago que bracea en un tiempo sin islas del tesoro.
Vida y leyenda del jinete eléctrico tiene, amén de un claro posicionamiento estético, un horizonte ético y moral, un fondo de cuestiones sociales, civiles. Hay compromiso, denuncia, abrazo. Náusea y amor. Lo personal se entrevera con la actualidad, con la literatura y el papel del lenguaje. Mas, por donde camina el hombre cotidianamente anónimo con su trágica luz heroica, no es por la poesía fácil y de concesiones. Esta es un escritura culta, de rico vocabulario, con un encabalgamiento de sucesivas y espléndidas imágenes que espolean la emoción: “tú no matarás nunca a un ruiseñor con dolor amarillo”; con versos que nos implican: “tocaremos también el timbre de Aleixandre para ver quién contesta”; que nos incumben: “la poesía será de todos cuando la vida digna sea la frente de todos”; que nos zarandean: “no me protejas más de lo que he de decir”. Y el Jinete (también, lector, encontrarás a Auden y a Eliot) echa el lazo a la misma escritura: “no la dejes caer hoy no puede romperse / hacia un culturalismo colonial.”
Con necesarios fucilazos épicos, el actor es el poeta, solo, y el que se desdobla. La voz principal se abre, en timbre, tono, registro, y con rabia y amor levanta y sostiene un desasosegante, tierno, provocador, necesario monólogo que, rebelde melancolía, nos arrastra en su hermoso torrente de vida.