Purga del corazón
Carta al padre
Jesús Aguado
Vandalia. Fundación José Manuel Lara
80 páginas | 11,90 euros
Purga del corazón”: así ha definido Jordi Doce Carta al padre, el poemario de Jesús Aguado que añade una voz nueva a la suma de voces que integran su poesía, en la que caben todos los temas, formas y tradiciones, “donde la vida, el amor y la creación poética se entrañan en lo sagrado” (parafraseo a José Ángel Cilleruelo) sin preterir lo profano, y el pensamiento posee la doble iluminación de Oriente y Occidente. Una poesía en la que la fuente de conocimiento del yo es la inserción en el tú, y la búsqueda de la liberación de cualquier cadena (histórica, corporal, social, ideológica, incluso retórica, como el mismo poeta señala) se produce mediante la encarnación en un fugitivo de sí mismo. El fugitivo (1998) es el título de uno de sus libros fundamentales, junto a Lo que dices de mí (2002). En ambos predominan la reflexión y lo esencial frente, como escribe el ya citado Cilleruelo “a lo celebratorio, figurativo y acumulativo de la primera época”, manteniéndose a lo largo de toda su obra el valor del amor como depositario del pensamiento y engendrador de existencia, desde el horizonte alumbrado por los amantes. El fugitivo es el epígrafe bajo el que figura su Poesía reunida (2011) que, con La insomne. Antología esencial (2013), nos ofrecen una visión completa de la obra de este autor nacido en Madrid, formado intelectual y emocionalmente en Sevilla y Málaga y concebido de nuevo tras sus viajes a la India. Un poeta-isla dentro de su generación por su capacidad “para no estar en el mismo lugar más de un libro”, según expresión del poeta cordobés Eduardo García; por su entrega religiosa al acto de creación y por la simbiosis que establece entre vida y poesía. Simbiosis que alcanza su manifestación máxima en Carta al padre, libro conmovedor hasta la lágrima escrito a lo largo de varios años, más como terapia que pensando en su publicación, en el que la constante tensión autobiográfica de la relación padre-hijo remueve nuestra propia experiencia personal con la hondura y la esencialidad con que lo hace la poesía en su estado más germinador.
En esta carta que enseguida nos recuerda a la de Kafka (aunque aquí no se hacen juicios morales ni existe sentimiento de culpabilidad, en palabras del propio Jesús Aguado), cada texto nos cala y nos exige una respuesta desde nuestro silencio lector. Está dividido en cuatro partes, dos de ellas poemas en prosa y las otras dos poemas convencionales, y es en la dos primeras donde el poeta respira desde el niño que fue, dando a luz en primer lugar a figuras paternas fruto de los sueños, los deseos, las lecturas o la imaginación, para prepararnos a nuestro choque emocional posterior, correlato del suyo, y que se produce en “Carta al padre” en donde sentimos la sombra inundante del padre hasta dejar al hijo sin geografía, hasta desposeerlo e impedirle construir su propio ser, lo que provoca que este busque defenderse mediante el regreso al útero. Esta abducción paterna y otras radiaciones íntimas desembocan en la tercera parte, “Un padre muere”, en la que la lengua se vuelve tartamuda por la falta de oxígeno entre la relación entre padre e hijo, y por el desdoblamiento que se produce en el yo del hijo al hablar el separado y el próximo al mismo tiempo. Y en la que la muerte del padre la sentimos fecundada por los objetos que le rodean: “Un padre muere dices digo el padre/ de la sonda la venda el llamador/ el padre del gotero el de la aguja/ el que fecunda cosas con su muerte”. Por último, en la cuarta parte recupera dos largos poemas ya publicados que son un canto a la vida y a la muerte.
Carta al padre es un libro sustancial, cuyos versos reescribiremos con nuestra propia vida.