¿Y qué es, entonces, lo que importa?
Lo que importa
Antonio Rivero Taravillo
Renacimiento
120 páginas | 14 euros
Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963), traductor de gran prestigio (la poesía de Shakespeare y Yeats al completo entre otros muchos títulos), biógrafo de referencia (sus dos tomos de la de Cernuda son un hito), escritor de libros de viajes y de ensayos medievales y articulista, es un poeta que vive atento, como avisa el título de este volumen, a lo que importa, a lo importante, a lo que le da sentido a la existencia. ¿Y qué es lo que importa?
Importa el detalle, cualquier detalle por minúsculo que sea, mirado con amor. Importa lo invisible hecho visible por el lenguaje (hecho fructificar por las semillas del lenguaje). Importa el agradecimiento a los antecesores geniales, a los lugares, a las cosas. Importan los buenos juegos de palabras que desactivan los malos juegos (las malas artes) del mundo.
Importa una almohada, un gorrión, una carretera mojada por la lluvia, que salga el sol, la soledad de un cubierto para uno, una urraca vista desde un tren, soñar monedas aplastadas, un delfín garabateando signos en el agua, los soportales, la rampa de un aparcamiento, un probador donde entra una pareja, el teléfono de la primera chica a la que alguna vez se llamó, una butaca, un mapamundi, una habitación de hotel en un punto remoto de la geografía, las cuerdas rotas de un arpa. Importa la mirilla de una puerta por la que el sol va deslizando lingotes de oro. Importa que gracias a una transfusión de sangre uno comience a comportarse como aquel que la ha donado y a tener sus recuerdos y sus hábitos. Importa la librería donde refugiarse de la lluvia torrencial y, por eso, transformada en Arca y la propia biblioteca, que puede derrumbarse sobre uno en cualquier momento. Importa la delicadeza con la que se habla de una prostituta que toma una naranja de la fuente azul de una cocina. Importa la belleza de la hiedra (que con sus tonalidades rojas corrige la realidad) y la que “subraya la fealdad/ de todo cuanto en torno la combate”. Importan los milagros que ocurren todos los días. Importa no olvidarse de denunciar la frontera que separa al poderoso del menesteroso, como en ese poema exacto que dice: “En el paseo, al encontrarse,/ el pastor alemán del despedido/ ladra al caniche del antiguo jefe”.
Lo que importa es una sabia combinación de poemas-río con haikus y otras modalidades intermedias. En los breves la respiración se hace lenta, imperceptible. En los largos la respiración es la de un atleta en pleno esfuerzo. El sabio retirado en su cueva y el corredor de fondo devorando paisajes se dan la mano, de poema a poema, porque ambos poseen una parte del secreto de lo que importa y a ambos, si uno quiere desvelarlo por completo, tiene uno que ir a preguntar. E importa ese heterónimo, Humberto Fabbro, que protagoniza la segunda de las tres partes del libro preocupado por las tumbas, los tálamos, el cadáver entrevisto en el que hace flexiones o la cerveza, “ese jarabe que no cura la extrañeza”, y gracias al cual Rivero Taravillo se entrega, como confiesa en la nota explicativa, a “caídas de ritmo deliberadas” sin sentirse culpable o cuestionado.
De todo esto hay en Lo que importa, un libro de entusiasmos contenidos y de homenajes recurrentes (a Octavio Paz y, sobre todo, el que se hace a Cirlot, que aparece en el colofón y en un soneto muy de su estilo, “Asta de cuerpo”) que culmina, por el momento, la trayectoria de un poeta de amplios recursos, hondo y atento como pocos, en efecto, a lo que de verdad importa.