Alquimia del verbo
Gaviera, la llama Aurora Luque, usando del término marinero —asociado para siempre al personaje de Álvaro Mutis, buen amigo de Ida— que define a quienes otean el horizonte desde lo más alto de los navíos. Discípula de Bergamín, Vitale fue tempranamente reconocida por Juan Ramón Jiménez y entre sus referentes suele citarse tanto a Mallarmé como a Góngora. Luque enumera algunos de los rasgos que más aprecia de la poeta y basta su relación, tan subjetiva como reveladora, para hacerse una idea de la maravillosa singularidad de una autora que buscando lo esencial siempre ha eludido lo decorativo. En conversación con Winston Manrique, la propia Vitale, instalada de nuevo en Montevideo tras la muerte de su marido, evoca sus lecturas de formación y su larga relación con el Quijote, que se remonta a cuando de niña veía a los personajes de la obra cervantina —de la que aún no tenía noticia directa— en los azulejos de la fuente de la escuela. Lagerlof, Verne o Lewis Carroll, y Gabriela Mistral o Antonio Machado entre los poetas, fueron algunos de los autores con los que se inició, también con los relatos de la mitología griega, tan queridos, o los cuentos de Las mil y una noches.
Ida Vitale es una de las voces más respetadas del ámbito de la lengua castellana, a la que ha aportado rigor, voluntad innovadora, audacia expresiva y brillo verbal, en la gran tradición barroca —y vanguardista— de los creadores de lenguajeDe su único libro en prosa autobiográfica, recién publicado, escribe Ernesto Calabuig, que destaca de su contenido —referido a los años del exilio mexicano, antes de que el matrimonio se estableciera en Austin— las circunstancias que provocaron la huida de Uruguay y sobre todo el modo en que Vitale aprovecha el recuento de esa década (1974-1984) para rendir homenaje a los escritores y artistas con los que tuvo una relación estrecha. Sin dejar de lado las anécdotas personales o las estampas de la vida cotidiana, la poeta traza un retrato de conjunto que habla de una comunidad latinoamericana al margen de la procedencia. La crítica ha señalado la coincidencia de la salida del país natal con una evolución de su poética, en el sentido de una mayor conciencia del valor de lo lingüístico, pero como apunta Francisco Ruiz Noguera esta preocupación ya estaba presente en su obra anterior. Cierto es, sin embargo, que la alquimia del verbo llega en esta segunda etapa a un grado tal de precisión y de riqueza, de libertad y de dominio de la retórica, que permite hablar más que nunca de una verdadera maestra del idioma.Sólo por medio de la transmutación del lenguaje, sostiene José Ramón Ripoll, adquieren los versos su cualidad regeneradora, pero esta trasciende el componente estético para alumbrar también un espacio moral. La radicalidad poética de Ida Vitale no trabaja con abstracciones ni se desentiende del mundo, sino al contrario, reduce lo infinito a la medida humana. Sus palabras nómadas nos exigen, nos educan. Dejarnos habitar por ellas equivale a ensanchar, más allá de los límites familiares, la realidad consabida.