El hombre rebelde
La reputación literaria e intelectual de Albert Camus, que había caído bastante —pese al Nobel de 1957— unos años antes de su muerte prematura, se ha recuperado espectacularmente en las últimas décadas, cuando se ha hecho evidente que la razón estaba de su parte en el sonado pleito que lo enfrentó a Sartre —entonces en la cima de su prestigio— y a la influyente secta formada por los admiradores de la tiranía soviética. El próximo 7 de noviembre se celebra el primer centenario del nacimiento del pensador francoargelino, pero hace poco se cumplieron cincuenta años de su muerte —en 1960— y ya entonces pudimos comprobar que Camus emergía como la gran figura de un periodo marcado por la guerra y sus consecuencias, entre ellas la descolonización que puso al escritor ante un doloroso conflicto de lealtades enfrentadas.
Como explica Victoria Camps, el concepto de rebeldía de Camus, al que dedicó todo un libro —El hombre rebelde— que marcó su ruptura definitiva con la izquierda comunista, excluía las aspiraciones revolucionarias que atentan, por principio, contra la idea de libertad. El impecable historial de resistente frente a la Ocupación y su labor como impugnador de los fascismos no le hicieron caer en la complacencia frente a otras dictaduras totalitarias que encubrían, bajo la coartada de la “justicia absoluta”, un camino de servidumbre. Invocando, entre otros, el testimonio de Jean Daniel, Javier Valenzuela recorre la teoría y la práctica camusiana del periodismo —mezcla de información y opinión, convenientemente diferenciadas— y reivindica la actualidad del pensador también en este terreno. Independencia de los poderes económicos, valores morales y autonomía para mantenerse al margen de la “politiquería partidista”, son algunos de los imperativos que a juicio de Camus precisaba el desempeño del oficio, considerado desde una perspectiva radicalmente honesta donde se daban la mano el ejercicio del compromiso y la fidelidad a los principios humanistas.
A partir del drama Los justos, donde Camus describió las perversas motivaciones de los terroristas que se entregan a la propagación violenta del ideal, Fernando Aramburu analiza el proceso de deshumanización por el que los defensores de la pureza a ultranza son capaces de cosificar a sus víctimas y de justificar los asesinatos más atroces en aras de una instancia superior, sin vacilaciones ni remordimientos. No hay víctimas inocentes, piensan los justicieros, pero tras los anhelos redentores o las proclamas aparentemente desprendidas se ocultan el resentimiento, el egoísmo, la sed de venganza. A propósito de El extranjero, la deslumbrante primera novela de Camus y uno de los referentes mayores de la literatura existencialista, Aroa Moreno destaca la vigencia de una obra que se adelantó a su época y sigue provocando en el lector una mezcla de inquietud y perplejidad, de fascinación y desasosiego.
Por su fondo ético, pero también por su escritura y por la autenticidad de su modo de vida, Ricardo Menéndez Salmón declara su admiración sin reservas hacia la figura de Camus, destacando su perfil abarcador y su actitud crítica, siempre alejada de cualquier consigna. Caídas las últimas barreras para una completa dominación por parte de los poderosos, y en unos tiempos en que la literatura se ha convertido en una mercancía más, el ejemplo de Camus, su obra y su propuesta emancipadora, son hoy más necesarios que nunca.