El valor de elegir
Cinco años después de su muerte, la figura y la obra de Francisco Ayala permanecen muy vivas en la memoria, no en vano el escritor granadino era considerado desde hacía décadas uno de los referentes mayores de la cultura española contemporánea. Como prueba de esa actualidad, visible en los trabajos de la Fundación que custodia su legado, en los estudios que analizan su fecunda trayectoria literaria e intelectual o en las reediciones de muchos de sus libros, la conmemoración ha coincidido con la publicación del séptimo y último volumen de sus Obras completas, Confrontaciones y otros escritos, que recoge la miscelánea mencionada en el título (1972) junto al ensayo Historia de la libertad (1943) y una amplia recopilación de los textos dispersos de Ayala entre 1923 y 2006, aparecidos en diarios y revistas y reunidos por primera vez —con introducción de José-Carlos Mainer— en formato de libro.
La viuda del escritor y especialista en su obra, Carolyn Richmond, recuerda al hombre de la mano de su literatura, señalando en primer lugar que su inspiración cervantina convive con una veta quevedesca a la que dio salida en la sátira, y evocando a continuación algunas de las vivencias compartidas que encontraron reflejo en pasajes donde, años después, aquellas se muestran más “reales”, inmunes al paso del tiempo. En relación con la obra narrativa de Ayala, José María Pozuelo Yvancos recorre las diferentes etapas de un itinerario que comenzó en la prosa de vanguardia, se caracterizó por el uso de un estilo receptivo a múltiples registros y lenguajes y tiene en el perspectivismo de raíz orteguiana, con sus implicaciones no sólo literarias, uno de sus rasgos más destacados, por el que un mismo acontecimiento es juzgado desde distintos puntos de vista que cuestionan la aspiración a una verdad absoluta.
Tanto por su obra crítica como por su labor ensayística sobre temas políticos, jurídicos o sociológicos, el perfil de Ayala trasciende sus aportaciones como narrador y convierte al escritor en uno de los intelectuales más completos y rigurosos de su tiempo. En calidad de tal, como señala José Andrés Rojo, durante su juventud, en el largo exilio o tras la vuelta a España, no dejó de colaborar en la prensa y de posicionarse a propósito de todo tipo de cuestiones, grandes o pequeñas, siempre desde una óptica tolerante y comprometida, basada en sólidas convicciones liberales y democráticas que apelaban a la responsabilidad y rehuían las soluciones extremistas. El anciano de asombrosa longevidad que pedía disculpas por haber vivido tanto, reconocido en vísperas de un centenario que rebasaría con creces, es evocado por Alejandro V. García que lo entrevistó por aquellos años, en los que Ayala se describía como un “jubilado del mundo” pero seguía seduciendo con su lucidez, su ironía y su resistencia a los halagos.
Él mismo dejó constancia de su dilatado paso por la tierra en sus extraordinarias memorias, Recuerdos y olvidos, que son también, como las califica Luis García Montero, la “novela de un siglo”, donde se define tanto al hombre como a su época por el modo en que esta lo forzó a asumir decisiones trascendentes en momentos cruciales. Ayala tomó siempre partido, no dio la espalda a sus deberes cívicos, apostó a fondo por su vocación y supo mirar hacia delante sin acomodarse en la nostalgia. Su coherencia estaba ligada a un profundo sentido ético, apreciable en su literatura y asimismo en una vida de la que extrajo el máximo rendimiento. El historiador de la libertad tuvo siempre el valor de elegir, que es tanto como decir que eligió ser libre.