Un esperado reencuentro
Universalmente considerado como uno de los grandes poetas del siglo XX, Federico García Lorca se cuenta entre los escritores españoles más conocidos de cualquier época y su actualidad, como demuestran las citas, las ediciones o los montajes de sus obras, es permanente, dentro y fuera de los países de habla hispana. Cualquier noticia que tenga que ver con su figura adquiere de inmediato resonancia internacional y la merece, sin duda, el hecho de que su archivo, que fue salvado y conservado durante décadas por su familia, se instale definitivamente en la ciudad —su Granada— donde residió desde los once años, cuando los padres se mudaron desde Fuente Vaqueros, hasta que su deseo de llevar una vida más libre lo llevó a Madrid y a otras grandes capitales del mundo.
Entrevistada por Alejandro V. García, Laura García-Lorca, sobrina del poeta y actual directora de la Fundación que lleva su nombre, repasa el proceloso camino recorrido desde que surgió la idea de abrir un Centro en Granada hasta que este, por fin, no solo se ha hecho realidad, sino que se ha llenado de contenido con el traslado del legado que hasta ahora —y desde 1986— albergaba la Residencia de Estudiantes. La representante de los herederos habla de la conflictiva relación del autor —y de su familia— con la ciudad andaluza, pero también del apego del poeta, bien visible en su obra, a los paisajes de su infancia. De lo que significó para él, al margen del crudo retrato literario que trazó de la metrópolis, la experiencia neoyorkina y americana. De lo duro que fue para sus padres y hermanos asumir el asesinato de Federico y después la manipulación de las razones. De cómo se volcaron en preservar su memoria desde los días del exilio.
El archivo de Lorca, conservado durante décadas por su familia, se ha instalado definitivamente en la ciudad —‘su’ Granada— donde residió desde los once años hasta que su deseo de llevar una vida más libre lo llevó a establecerse en MadridPrecisa con razón Andrés Soria Olmedo, un reconocido estudioso del poeta que ha vivido de cerca las conmemoraciones de las últimas décadas y la larga gestación de la iniciativa que ahora culmina, que en rigor no se trata de un regreso, puesto que los papeles de García Lorca han llegado por primera vez a Granada. Pero es indudable que la feliz decisión de ubicar en ella el legado, cargada de simbolismo, tiene la trascendencia de un reencuentro —con el escritor, con el hombre, con lo que Soria llama sus “restos no mortales”— impensable hace apenas unas décadas, cuando la sola mención de su nombre tenía, para las autoridades de la dictadura, un significado subversivo. Manuscritos, fotos, impresos, dibujos, libros, casi cinco mil documentos integran un fondo que puede ser calificado de verdadero tesoro. Víctor Fernández resume su contenido en cada uno de los géneros cultivados por el autor, la poesía, el teatro, prosas o esbozos de obras proyectadas y la correspondencia, aclarando que algunas de las ausencias se deben a su generosidad a la hora de desprenderse de los originales o a la destrucción posterior a su muerte, cuando siguiendo sus instrucciones los amigos íntimos hicieron desaparecer escritos que podían resultar comprometedores.Adelantado en tantas cosas, García Lorca ha dejado un rastro que va más allá de la literatura y si hay un concepto que represente su búsqueda este podría cifrarse en la aspiración a la libertad. Encarna Alonso Valero lo aplica a su tratamiento de los personajes femeninos en el teatro, que reflejan, de manera progresiva, lo que hoy llamaríamos un inconformismo de género, y Luis García Montero, que se refiere a su faceta política, lo invoca para señalar un compromiso que estuvo en su obra desde los inicios y fue evolucionando, en línea con el socialismo humanista de su maestro Fernando de los Ríos, a una posición —que le acabaría costando la vida— abiertamente republicana. El crimen fue en Granada y a ella podemos acudir para honrar su memoria.