Una forma de reconocimiento
Artífice de un estilo personal, claramente identificable, defensor de una propuesta que incorpora a la novela rasgos del ensayismo y referente de la generación que abanderó —fue de los primeros, pues había empezado a publicar muy joven— la entonces llamada nueva narrativa, Javier Marías es uno de los novelistas mayores de las últimas décadas, tal vez el más traducido y celebrado fuera de nuestras fronteras. Cada nueva entrega confirma ese lugar de privilegio, a la vez que ahonda en un mundo caracterizado, en la forma, por la prosa envolvente, demorada, digresiva; en el fondo, por el planteamiento de problemas morales que vertebran el conjunto: la oportunidad de saber o de contar, la responsabilidad por lo que hacemos o dejamos de hacer, las formas cambiantes del deseo o las consecuencias, a menudo imprevisibles, de lo que decimos o callamos, de lo que ocurrió o podría haber ocurrido o sólo sucede en el pensamiento.
Experta conocedora de la obra de Marías, Elide Pittarello repasa su itinerario novelístico para localizar algunas de sus constantes, en particular desde Todas las almas y Corazón tan blanco, destacando procedimientos como las reiteraciones o el uso de imágenes o fragmentos de textos ajenos —incluidas las habituales citas de Shakespeare— que actúan como recursos para profundizar en lo que la autora llama “introspección trascendente”, precisa definición de su discurso literario. En conversación con Guillermo Busutil, el propio Marías habla de su última novela, Así empieza lo malo, y aborda cuestiones como la posibilidad o la conveniencia de conocer el pasado —el de la Transición, en este caso— e incluso el presente, las implicaciones del dilema llevado al terreno de la justicia, el papel decisivo del lenguaje a la hora de interpretar la realidad o el lugar de la reflexión —“la novela es para mí una forma de reconocimiento”— en sus ficciones, además de su interés por el cine, el relato corto o el articulismo.
De sus colaboraciones en la prensa, recogidas en sucesivos volúmenes donde se alternan los artículos de actualidad con otros sobre temas literarios o vinculados a su memoria personal, escribe Jordi Gracia, que valora cada uno de los registros y expresa su preferencia por aquellos en los que Marías recrea episodios autobiográficos, rinde homenaje a los amigos y maestros o trata de sus devociones como lector o espectador. Desde su insólita condición de personaje, Francisco Rico recuerda cómo acordó con el autor el juego por el que comparecería, en un principio con otro nombre, luego con el suyo propio, en varias novelas de Marías, evaluando con humor las correspondencias del retrato con el original, los beneficios que le han reportado los cameos y la controversia que mantienen ambos a propósito de sus estatutos respectivos.
Tras matizar, de acuerdo con la distinción propuesta por Luc Moullet, que Marías es un autor de obra —entendida como “conjunto vasto que halla el sentido en la diversidad”—, Pere Gimferrer escoge tres títulos a su juicio decisivos: Negra espalda del tiempo, calificado por Pittarello como su libro “más estremecedor y revolucionario”, aunque no siempre, dice Gimferrer, haya sido bien comprendido; la trilogía Tu rostro mañana, de la que elogia su precisión y elegancia, y el más reciente, ya citado Así empieza lo malo, con el que el autor madrileño ha proseguido una indagación que se remonta a los inicios de los setenta y señala, desde hace mucho y no sólo entre nosotros, un hito de la literatura española contemporánea.