Carmen Amoraga, Premio Nadal 2014: “Facebook es una forma de estar en el mundo”
—La Vida era eso es una historia sobre el duelo a través de facebook. ¿Un muro de las lamentaciones o un muro en el que reflexionar sobre el dolor?
—Facebook es un punto de encuentro para mucha gente que de otra forma no podría relacionarse. Vivimos muy de prisa, con muy poco tiempo para todo, especialmente para quedar y tomar un café con un amigo durante un buen rato de charla. Sin embargo, las redes sociales facilitan un tiempo que se dilata, que nos espera, que no corre como corre en las manecillas del reloj. Facebook es una nueva forma de estar en el mundo. A partir de ahí, se puede hablar de cualquier cosa, y en este caso, la protagonista de la novela, Giuliana, lo utiliza para exorcizar el dolor, para escapar de él y poder compartir con el resto del mundo, aunque sea el mundo virtual, el sentimiento de pérdida sin que este la resquebraje por dentro.
—Usted cita a Roberto Juarroz: “pensar a un hombre es salvarlo”. ¿Esa salvación implica, olvidar lo malo, las sombras de la relación?
—Cuando pensamos en alguien que no está es como si lo trajésemos de vuelta. Giuliana hace referencia al poema de Juarroz por esa razón. Si nadie nos piensa, estamos muertos aunque sigamos con vida. En cambio, mientras alguien nos recuerda es como si no nos hubiésemos ido del todo. Cuando alguien muere, no sé por qué resorte de la mente o del corazón, tendemos a olvidar los desánimos, las insatisfacciones y a recordar únicamente lo bueno, como si evocar lo negativo fuese una manera de mancillar su memoria. Todo esto forma parte de una de las fases iniciales del duelo. Poco a poco todo se normaliza y en nuestra memoria, tal como le sucede a Giuliana, el recuerdo se hace más real. En la vida amamos a alguien con sus defectos y sus virtudes. Aprender a perder es aprender a vivir. Y en ese proceso hay que reconstruir todos los afectos.
—Giuliana se enfrenta también a la culpa por no haber visto la gravedad de la enfermedad y no saber compartir su dolor con los grupos de apoyo.
—Tenemos una cultura de la culpabilización. Giuliana primero la siente como cierta responsabilidad por no haber podido o sabido evitar esa pérdida. Y después, cuando Will muere, es reacia a recibir apoyo porque ella se ha fabricado una coraza y cree que la va a proteger de romperse. Le ocurre lo que les pasa a muchas personas que se creen débiles y en realidad son muy fuertes. Ella piensa que si reconoce su dolor, si pide ayuda, le será más difícil sobrellevarlo y sacar adelante a sus hijas. Por eso se encuentra cómoda en el mundo virtual, en el que el contacto aparentemente es más inofensivo para ella. Poco a poco comprende que cada “me gusta” es como un abrazo que en lugar de romperla la reconforta. Entiende que contar lo que te pasa, compartirlo, es como un bálsamo que te ayuda a poder vivir con un dolor tan grande.
—Ella cita una frase de Millás “la escritura para cicatrizar heridas en el instante de abrirlas” para explicar lo que hace en facebook. ¿Hacerlo no conlleva el peligro de que también se convierta en una exhibición emocional?
La red no solo es un escaparate. Se ha convertido en una gran editorial, una gran distribuidora y una gran librería en la que cualquiera puede convertirse en escritor, en lector, en crítico—Las dos cosas son ciertas. La literatura tiene un efecto terapéutico y la exhibición emocional es uno de los argumentos que ella esgrime contra las redes sociales cuando su marido las defiende. Él es un auténtico enamorado de la comunicación. Le encanta contar, compartir sus sensaciones, dejar constancia de sus pensamientos, ya sea sobre los libros que ha leído o sobre cómo le hace sentir su enfermedad. Antes de morir, Will le lega su pasión. El tema de la exhibición y el de que en la red se establecen relaciones que no se mantienen con la gente real, dependen del carácter de cada persona. Hay quien es más introvertido y no comparte ningún sentimiento íntimo. Cada uno necesita un consuelo, y lo busca dónde y cómo puede para sobrevivir emocionalmente, porque no hay que olvidar que el ser humano está diseñado para sobrevivir, física y emocionalmente, hablando. Imagino a los que vivieron el nacimiento del teléfono buscándole pegas a esta forma de comunicarse con el resto del mundo. Para mí, el auténtico peligro de las redes sociales es que alguien que acabe confundiendo la realidad virtual con el mundo real.—¿Qué piensa que hay detrás de esa pasión por contarlo todo en la red?
—La necesidad de compartir lo bueno y lo malo. Le pongo mi propio ejemplo. Este año mi padre ha estado varias veces muy enfermo y cada vez que lo he contado, desde los cuatro puntos cardinales del planeta, he recibido mensajes de cariño y de ánimo que me han hecho sentir mejor. Con el premio Nadal también fue la locura. ¿Cómo no vas a sentir pasión por una herramienta de comunicación y de relación tan potente, tan rápida, que hace que todo suceda en tiempo real?
—Otra cara del dolor, menos comunicativa y difícil de superar, es la de cómo la viven los hijos. ¿Cómo enfrentarse a ese vacío?
— Para escribir esta novela me he documentado mucho sobre el duelo y sus fases, y he mantenido largas conversaciones con expertos en el tema y con personas que habían perdido a sus seres queridos. En el caso de los hijos, la edad es determinante para el modo en el que afrontan la pérdida. Hasta los tres años no tienen esa noción de la muerte como algo permanente, es más como en los dibujos animados, que mueren y al capítulo siguiente ya están vivos otra vez. Hasta los ocho o diez años es más delicado. Y con más años lo afrontan como los adultos, siempre marcados por su propia personalidad. Los hay que se aíslan, los que lo expresan con violencia y los que lo viven con normalidad…. Los niños son muy fuertes, el tiempo transcurre distinto para nosotros que para ellos, pero el dolor lo sienten exactamente igual.
—¿Uno se descubre a través de la muerte de un ser querido?
—Uno se descubre siempre en situaciones extremas. En teoría, en frío, siempre pensamos si me pasa esto reaccionaré así, o de esta otra manera, y cuando nos pasan las cosas normalmente no reaccionamos tal como teníamos previsto. Las pérdidas, las desgracias, sacan lo mejor y lo peor de las personas y nos descubrimos como realmente somos. También nos lleva a descubrir a los verdaderos amigos y a otros que no los creíamos tanto.
—Su novela es también la historia de una persona que aprende a hacer las paces consigo misma.
—Giuliana hace las paces con la vida, algo que es tremendamente difícil cuando la vida te arrebata lo que más quieres, aunque esa relación estuviera llena de luces y de sombras. A mí me gusta decir que escribo historias corrientes de personas corrientes. Al fin y al cabo, son las que acaban haciendo cosas extraordinarias. Y es extraordinario sacar la cabeza del pozo como en el que está Giuliana, tomar aire, volver a sumergirse en el dolor y salir a flote de nuevo, que es lo que hace ella. El final es abierto, porque quiero que cada uno imagine qué pasa con Giuliana, qué camino toma. En mi cabeza termina bien porque seguir adelante es el mejor de los finales para el principio de una vida.
—¿Cree usted que la red está determinando una nueva forma de narrar?
—La literatura incorporará facebook a su lenguaje, a la estructura narrativa, igual que incorporó las conversaciones telefónicas. La literatura reproduce el mundo cotidiano y las redes forman parte de él. Facebook revolucionará pronto la manera de escribir, ya hay tuits que son auténticos microrrelatos, porque la gente escribe para que la lea cuanta más gente mejor. La red no solo es un escaparate. Se ha convertido en una gran editorial, una gran distribuidora y una gran librería en la que cualquiera puede convertirse en escritor, en lector, en crítico.