“El mal es capaz de traicionarse a sí mismo”
—¿Por qué esta segunda parte de Lo que esconde tu nombre?
—La pareja de Sandra y Julián tenía mucho que desvelarnos. No solo sobre los viejos nazis escondidos en la costa de Dianium sino también acerca de sus vidas que han evolucionado después de su investigación y que terminó con Sandra a punto de dar a luz y con Julián en la residencia Los Tres Olivos. Desde el principio siempre tuve en mente una segunda parte que también me han demandado los lectores.
—Las dos novelas presentan una permanente metamorfosis de los dos protagonistas. Incluso el final de la trama entrevé la posibilidad de una tercera entrega.
—La historia puede continuar hurgando en el pasado y en el presente de los nazis, y que Sandra y Julián descubran más secretos. En sus aventuras los dos van cambiando. En la primera Sandra dejó de ser una chica inocente con su look punki y ahora es una madre responsable. Sabe más del mal y tiene más recursos para reaccionar, pero también se verá sorprendida por los acontecimientos que la obligarán a preguntarse qué es lo que ella es capaz de hacer por amor. Por su parte, Julián sigue desenmascarando el pasado de los nazis, más audaz y decidido a cumplir una promesa y a desvelar una nueva intriga.
—El secreto y su eco es uno de los ejes de la novela. ¿Un secreto conduce siempre a otro secreto?
—El haber descubierto públicamente a los nazis lleva ahora a revelar lo que los nazis creen que Julián sabe. Esa sospecha le conducirá a otro suspense que tiene que ver con la manera con la que el mal es capaz de superarse con un mal aún mayor y también cómo el mal es capaz de traicionarse a sí mismo. Este juego de secretos en forma de cajas chinas es, junto con el amor, el núcleo de la novela. A veces los secretos son como una ventana que se abre a un paisaje que contiene otro paisaje inquietante al fondo y en el que se intuye la posible existencia de otro paisaje. Igual que sucede con las pinturas de Delvaux. Tal vez estos secretos desemboquen en otro que podría ser la siguiente novela.
—Esa traición tiene que ver con Otto Skorzeny, uno de los grandes héroes del nazismo.
—Es difícil entender como este hombre, enterrado en La Almudena tras su muerte en 1975, considerado la perfecta imagen del héroe que se batía en duelo en su juventud, y por eso la cicatriz que le cruzaba la cara, que liberó a Mussolini de su cautiverio y lideró varias operaciones militares, terminó colaborando con el Mossad israelí para traicionar a los científicos alemanes, entre los que se encontraba Heinz Krug, que estaban desarrollando un proyecto de misiles en Egipto. Un proyecto que suponía una grave amenaza para los israelíes. A cambio Simón Wiessenthal le ofreció borrarlo de la lista de los nazis, y aunque finalmente no lo hizo, Skorzeny colaboró y asesinó a Krug. Este suceso real, la incapacidad de serle fiel al mal, me pareció una fascinante vuelta de tuerca del mal.
—Otro de los secretos que planea por la novela es el de las fotografías de un prisionero de Mauthaussen llamado Perelló, con el que usted le rinde un homenaje a Francisco Boix.
—Es increíble lo que hizo, acreditar el horror. Gracias a su valor, el mundo conoció lo que ocurría en aquel infierno. Boix salvó 20 mil negativos —Berlín había ordenado destruir todo el archivo fotográfico del campo— con la ayuda de otros españoles y la de una vecina del pueblo que los escondió en un muro cuando los sacaron de Mauthaussen. He querido hacerle un homenaje pero sin extenderme en su historia para que la novela no se convirtiese en otra.
—Cuando llega la luz es también una historia de venganzas.
—Venganzas que son odios heredados y que se ejecutan de diferentes maneras. La del cálculo frío de Julián que está en el geriátrico para permanecer cerca del Carnicero de Mauthaussen e ir volviéndolo loco, y la que ejerce con más contundencia sobre el joven líder neonazi que protagoniza la lucha de poder con los viejos jefes. Está también la de Sandra que ha heredado una lucha que ejecuta entre el compromiso y la visceralidad de una madre herida. Y también la de Frida, una mujer con la autoestima baja, que necesita pertenecer a algo, lo mismo que los nazis de la novela, y que ha sido una soldado fiel con el Carnicero. Hasta que él la humilla cortándole el pelo y esa especie de violación la lleva a rebelarse en su orgullo y a odiar al hombre que más venera.
—En medio de estas luchas, como en todas sus novelas, siempre hay alguien que no se entera de anda. ¿Lo mismo que ocurre en la vida?
«Trato de denunciar en mis novelas que en la sociedad hay siempre un resquicio por el que se escapan los asesinos, los corruptos y logran no pagar sus culpas ni enfrentarse a ellas”—En nuestro entorno cotidiano siempre hay alguien que es la víctima involuntaria de lo que está ocurriendo a su alrededor. Es como cuando uno llega un viernes al trabajo y todos saben que van a despedirlo menos él. O como le sucede al personaje de Cary Grant en Con la muerte en los talones. Me he sentido muchas veces identificada con esa sensación de estar perdido. Por eso me gusta tanto Hitchock. Y por eso esa figura está en mis novelas. En Lo que esconde tu nombre era Sandra y en Cuando llega la luz es Santi, su ex pareja.—En un momento de la trama Sandra dice que la memoria no es un cuchillo. ¿La memoria no corta ningún pasado?
—El pasado está siempre ahí. Vivimos el tiempo de una manera lineal pero lo sentimos de una manera cuántica. Lo sentimos todo a la vez, el pasado, el presente, la ensoñación o su proyección hacia el futuro. Esto es lo que nos crea las células emocionales con las que vivimos. Por eso es tan doloroso el alzhéimer. Es lo único que realmente corta la memoria.
—La memoria también es una alarma que nos alerta para que no se repitan peligros, como el nazismo.
—El mal siempre se adapta. Es como esos insectos con enorme capacidad de supervivencia y que se mimetizan con las hojas o con los árboles. La capacidad del ser humano de envidiar, de ser cruel, de matar, se adapta a los tiempos que vive. Yo trato de denunciar en mis novelas que en la sociedad hay siempre un resquicio por el que se escapan los asesinos, los corruptos y logran no pagar sus culpas ni enfrentarse a ellas. La ideología nazi es muy peligrosa porque apela a los instintos más bajos que tiene el ser humano y que no necesitan reflexión.
—Incluso están presentes en acontecimientos como el Brexit o las publicaciones de la editorial Europa que incitaban al odio.
—No solo en actitudes como las del Brexit o las del editor que fue detenido en julio. Están también en la prepotencia del que desprecia al otro, en el que rechaza al inmigrante, en la manipulación a la que nos tienen sometidos con engaños y mentiras con las que los poderosos nos van trabajando para hacer con nosotros lo que quieren.
—¿Tan fácil es que nos roben el alma como exponen siempre sus personajes?
—Sobrevivir es duro y exige poner tesón y sacrifico, y a veces no nos damos cuenta de que el poder utiliza las palabras como misiles que entran en tu cabeza y van moldeando el pensamiento que le interesa. Hay que estar alerta para que no nos roben nuestra capacidad de pensar y de imaginar. Lo que más le gusta robar a los poderes, políticos o económicos, es la imaginación. La encuentran siempre muy peligrosa porque nos hace libres y seres mágicos.
—¿Con qué ha disfrutado más escribiendo esta segunda parte de Lo que esconde tu nombre?
—Con la intensidad de la intriga. Es la que me ha guiado en la escritura de esta historia. Ha sido igual que cuando te metes en el mar y las olas te empujan hacia adentro. Espero que a los lectores les suceda lo mismo.