Dolores Redondo, Premio Planeta 2016: “Escribir me permite gestionar y expiar la vida”
Dolores Redondo (San Sebastián) es autora de la Trilogía del Baztán, publicada en Destino y con la que ha vendido un millón de ejemplares. Con ‘Todo esto te daré’ ha ganado la 65 edición del Premio Planeta
—Su novela sobre la servidumbre del mal está explícita en la cita de Mateo 4:9 con la que titula.
—Todo esto te daré si te arrodillas ante mí, como dijo el diablo a modo de tentación, explica perfectamente que la codicia es el pecado capital que somete tu alma a vivir para siempre de rodillas y a sumar a esa condena otros pecados parejos que conducen a una destrucción moral absoluta.
—Una codicia que conlleva muchas mentiras. ¿Todo lo que se niega pasa a ese lado oscuro, como dice Manuel, el escritor protagonista?
—Lo entregado al no, el título de la novela que empieza a escribir Manuel dentro de la historia que va sucediendo, es un concepto tomado de la mitología vasca que dice que todo lo que se finge, se miente o se oculta, como los hijos bastardos, los amores secretos o las tendencias sexuales que se esconden, pasa a formar parte del mal. Es como hoy en día ocurre con ese dinero de la corrupción que se oculta y cuando aflora condena a su dueño.
—Un mal que a veces anida en las relaciones de familia y el sentimiento de pertenencia y tradición que conlleva el orgullo.
—Es un homenaje a El Padrino, que me impactó con los sentimientos que conllevaba ser un Corleone. Ese orgullo puede ser tan constructivo como dañino porque a veces hay que pagar un precio muy alto. Ese vínculo que también está en la Trilogía del Baztán siempre merece que se explore más porque pertenecer a una familia es a la vez un honor y una carga, un código por el que se callan cosas. Y con ese orgullo también quería poner de manifiesto que los pecados, al igual que los vicios, nunca van solos. En este caso está ligado a la impunidad de formar parte de una clase superior que está por encima de todo y que, como sucede con esta familia, requiere tener una moral dudosa, ser cortesanos del poder de turno y desleal a la institución a la que pertenecen.
—La de los Muñiz de Dávila la preside la marquesa y su relación con los hijos marcados por la rivalidad, el desprecio, la debilidad, la sombra fuerte del padre. Recuerda a El desencanto de Jaime Chávarri.
—Es verdad, quise buscar una madre castradora y omnipresente, diferente a la madre terrible de Amaia Salazar pero también un monstruo como ella. En el seno de estas familias está el enemigo que te hace daño, la exigencia de lo que deberías ser y no eres, la importancia de las apariencias, los celos y la asfixia emocional que todo lo controla, como esa madre a la que llaman El Cuervo, que todo lo vigila, como el de Poe, y produce frustración en unos y en otros la sensación de que no se puede huir de quien eres.
—En ese sentido Todo esto te daré ¿es también una novela sobre la orfandad afectiva?
—Hay dos lecciones fundamentales para la vida que aprendemos en la infancia, sin palabras y en nuestro hogar: a qué debemos tener miedo y cómo es el amor. A partir de este conocimiento crecemos, desarrollamos nuestra madurez y nos relacionamos con los otros, con la moral y con la felicidad. Sin ese afecto natural y auténtico, y sin esa enseñanza, cualquier persona será siempre una persona huérfana, con un vacío emocional.
—Lo contrario a esa orfandad es la fuerza del amor que une a otros personajes como Manuel y Elisa con sus parejas.
—Quería rendir homenaje a ese amor que resiste por encima de todo. De la familia, de las apariencias que colocan a la pareja a los pies de la sospecha, de los miedos a haber sido traicionados. Ese amor que, al contrario, se fortalece y vence. Es lo que sucede con Manuel y Álvaro, con Elisa y Fran.
—Otro mal que aborda usted es el de la cultura religiosa del pecado y su envés, del cual cada vez conocemos más abusos sexuales cometidos por sacerdotes.
“Los abusos sexuales a menores los convierten en más víctimas que otras porque se les niega la queja y la resistencia”—Quería denunciar este tema que nos golpea a diario. Los abusos sexuales a menores los convierten en más víctimas que otras porque se les niega la queja y la resistencia. La marca de la violencia que sufren no se supera jamás. Esto me produce dolor e impotencia y lo escribo porque al hacerlo puedo filtrar la indignación y las injusticias. Desde pequeña he escrito cada cosa importante que ha ocurrido en mi vida para analizarla por partes, entenderla y asumirla. Escribir me permite gestionar y expiar la vida.—Sin embargo, como aborda en la novela, el escritor no sabe gestionar la realidad cotidiana.
—En muchos casos es así, y por eso quería reflejarlo. Los escritores se abstraen en sus ficciones, en su mundo de mentira, de las exigencias materiales: cocinar, pagar las facturas, estar pendientes de las revisiones médicas, sacar las entradas del cine, y necesitan tener una pareja que sea su ancla en las cosas cotidianas y normales del día a día.
—¿Escribir es un acto de egoísmo?
—Lo es. La creación es tan íntima que incluso te separa físicamente de los que tienes cerca. Yo comencé a escribir en mi casa en una habitación abierta que ahora tiene una puerta cerrada que lo cambia todo y que es necesaria. También es simbólica porque te aísla de las señales de los wassap, de los vinos con los amigos e incluso de la familia.
—Un escritor homosexual, un sacerdote y un guardia civil jubilado, personajes con los que usted aborda la construcción de una amistad entre tres hombres que superan los prejuicios que impiden sus afectos.
—Inicialmente hay un choque de trenes entre ellos porque son perfiles contrarios en creencias, en márgenes de edad y en profesiones. Quería explorar la transformación que se va produciendo en cada uno en su propósito de descubrir la verdad turbia que se esconde detrás de los sucesos y las apariencias de la historia. En esa búsqueda también ellos se descubren entre sí y los prejuicios que cada uno tiene. Con ellos de protagonistas quería pasar de la sociedad matriarcal del Baztán a una sociedad patriarcal en la que hablar desde la piel de tres hombres distintos. Me ha encantado hacerlo, y también para mí ha supuesto una liberación de prejuicios.
—Una historia de hombres en la que las mujeres tienen un importante protagonismo por su fuerza. ¿No son ellas las que tienen el verdadero perfil heroico?
—Excepto la marquesa, que no siente que tenga que plegarse ante nada ni ante nadie por su abolengo, las demás mujeres actúan contra el sometimiento y efectivamente son más valientes y heroicas. Laura con la resistencia callada hacia su esposo; Elisa que no se marcha porque sospecha que debe ayudar a resolver algo; Herminia porque ha criado a los hermanos y sigue velando por ellos. Ninguna abandona y todas luchan. Y son a la vez las que sostienen y alumbran las dudas, las sospechas, la búsqueda de la verdad de los protagonistas masculinos.
—La fuerza del paisaje está presente en su obra como un espacio que transforma a las personas. ¿Cree también que las convierte en héroes?
—Hay lugares de este mundo como la Ribeira Sacra de la novela que transforma el trabajo con el que domaron la tierra en una cultura de la que sentirse orgullosos y en la que estar ocioso es una vergüenza. Hay lugares del mundo en los que supone una heroicidad mantenerse frente a la adversidad del clima o a la dureza de profesiones como las de marino. Mi padre lo ha sido y ha tenido que convivir con naufragios, y con otras cosas que no deberían ocurrir. Trabajar debería ser el modo en el que te ganas la vida pero nunca el modo en el que te la dejas.
—¿Por qué pospuso la escritura de esta novela de suspense más civil que policiaca?
—Esta novela estaba presente en mí cuando comencé a escribir El guardián invisible, la primera de la Trilogía, pero mi marido me aconsejó postergarla porque los elementos que trataba en la historia, la pederastia, la homosexualidad, el matrimonio gay, serían más difíciles de aceptar por una editorial teniendo en cuenta que era una escritora desconocida. Al retomarla quise cambiar con respecto a Batzán y me gustaba la idea de que la investigación la llevasen personas corrientes que no se conforman con las sombras de los hechos.